lundi 30 juin 2014

Concurso de cuentos "Rómulo Gallegos"

La casa vacía



Ella había interpretado el papel de la segunda hija en esta historia sombría de García Lorca y se lo recordaba bíen. Tenía dieciseis años, la clase había representado la obra delante de las otras alumnas y fue un acierto verdadero. La intencn era repartir el producto de la venta de billetes para ayudar a la clase a hacer un viaje a Marruecos. Habían soñado tanto en hacerlo juntos y habían trabajado mucho, repitiendo los papeles por la tarde después de las clases.¡ Qué placer y que excitacn ! También ella había tocado en su guitarra una cancn popular que hablaba de amor. ¡Qué bien había tocado! O, por lo menos, era lo qué habían dicho las otras. Estaba muy orgullosa de su participacn. Y después sus padres habían decidido que no iría pues no podían pagar el resto del dinero para el viaje. Ella había llorado un poco y después se quedó en casa con su hermana como siempre. Estuvo triste aquel verano pensando en lo que las otras estaban haciendo juntas en este país desconocido. Podía ver con los ojos cerrados la animación en las calles, la gente vestida de blanco, el color de las casas contra el cielo azul y sentir el calor… Muchos años después, cuando se fue a visitarlo de vacaciones con amigos suyos, no se sintió tan impaciente por ir. Soñaba todavía de viajes en paises más lejanos pero su marido no tenía tiempo con su trabajo tan importante y los hijos eran pequeños. Otra vez, después, sería después, serían otros lugares. Por fuerza había olvidado la tristeza del primer viaje fallado, y estos ultimos años olvidaba de vez en cuando el nombre de la obra cuando quería hablar de aquella época. Pero sí, era la Casa de Bernarda Alba y ella era la madre - ¿o la hija ? Una historia tan sombría y que le infundía siempre un sentimiento de malestar. Las hijas no podían salir de la casa, no sabía por qué. De joven le gustaba tanto García Lorca y lo sabía todo de su angustia de vivir y de su muerte tragica. En el instituto había leido algunos poemas y podía citar versos. Ahora era difícil encontrarlos en su memoria. Necesitaba leer la obra de nuevo y los poemas también, y todo lo recordaría. Un día, mañana quizás, tendría tiempo. Se acordaría por que siempre que ella pensaba en el autor veía aquella pintura que representaba a un hombre de pie, antes de morir, con los brazos alzados y delante de él soldados con fusiles. ¿ Por qué le parecía que aquella pintura tenía une relacn con la muerte de Lorca y su guitarra tambn ?  Era fuerte la pintura, y ella se acordaba bien el color amarillo del pantalón del hombre contra la pared … ¿ Pero, la cancíón que tocaba en su guitarra, cómo se llamaba ? La Malagueña. ¿ La Malagueña ? Sí. ¿ Y la canción, que decía ?  Hablaba de amor. De amor, sí. Por supuesto. Había más y más momentos en que le fallaba la memoria y se preocupaba. Sus hijas siempre le decían que no, que estaba cansada y cuando su hermana venía a visitarla le decía : claro que todo está bíen, no te preocupes, y a menudo le daba la palabra o el nombre que faltaba y las dos reían. ¿Te acuerdas de la Casa de Bernarda ? ¿ La casa de qun ? De Bernarda. ¿ De Bernarda ? Sí querida, cuando estabas en el instituto, tu papel lo sabías muy bien, yo estaba en la sala de teatro y te miraba y te escuchaba. Tienes todavía el artículo de prensa. ¿ Ah sí, lo tengo ? Sí, lo tienes en tu album de fotos, mira. Ah sí, verdad. Está muy lejós todo eso. ¿ Era yo ? Eras tú.

Hoy a veces se coge la cabeza entre las manos y escucha. Le parece que su cabeza es una concha y esta concha no suena más. Ella pregunta : ¿ Cómo se dice, sabes, el viaje en que se va de aquí a ahí a pie, y la carretera es tan larga ? ¿ El camino de Compostela ? Sí, sí. ¿Iremos ahí ? Sí, dentro de poco, querida,  dentro de poco iremos ahí.

Han salido todas las hijas de Bernarda Alba. De un modo u otro. Ahora està vacía la casa.

                                                 Odile Pouchol
Dibujo de Claude Malinas y su hijo


samedi 14 juin 2014

Nuestra aventura por Latinomérica

Desde México, tomamos el avión para  La Paz. Nos gusta esta ciudad aunque  a veces sea muy fea. La llegada de noche sobre esa crátera alumbrada por las luces de la ciudad deja una impresión muy fuerte. Los días siguientes fueron consagrados a organizar las excursiones para  el altiplano, reservar el tren  desde allí hasta la Argentina, y los alojamientos.

Foto de Dan G.
 
Aprovechemos esos días para ir y venir a la calle Sagarnaga y al barrio histórico con sus flamantes colores.
Salimos de La Paz en un autobús de noche hasta Potosí, muy confortable, con asientos semi camas. Además es seguro. La parte de atrás queda cerrada durante la noche y se  puede dormir con gusto. Las diez horas pasan volando.

El cerro Rico      Mina de argento 

Potosi merece una larga visita. Es la cuidad donde los españoles, en el  siglo dieciséis encontraron un cerro el Cerro Rico lleno de un mineral de argento muy puro. Se dice que un inca había hecho un fuego al ir a buscar sus llamas perdidas en un hueco y que vio el argento salir  goteando de la roca. En realidad eso fue  catastrófico. Para los Incas, condenados a trabajar hasta la muerte a los veinte años para extraer el mineral con hambre y apenas ayudados por las hojas de coca. Para los españoles también porque se acostumbraron a no trabajar, se inició  el declino de los siglos siguientes. Consecuencias positivas, la riqueza de la catedral de la iglesia jesuítica, del Convento Santa Teresa y de esos edificios que hicieron inscribir Potosí al Patrimonio de la Humanidad. Las tradiciones culturales del país mantenidas a través de los niños.


Fiesta de niños

Hoy, la mina está todavía en explotación, en cooperativa. El mineral es pobre, el trabajo terrible para extraerlo en condiciones que no son muy diferentes de esas que describía Zola en Francia.
Dudamos en  ir a ver eso. Pero tuvimos la suerte de encontrar una pequeña empresa de seis ex mineros que organizan visitas con la oportunidad de hablar con sus colegas en el sitio. Es costumbre ofrecer las bebidas, hojas de coca y también dinamita que se venden libremente en un pequeño mercado a la entrada de dicha mina. Y así se puede hacer conocer las verdaderas condiciones de trabajo de los mineros. Para nosotros es mejor que hacer la vista gorda visitando solamente las iglesias. ¿Por qué hacen este trabajo peligroso?  Por un salario de 80 euros, un poco superior al salario de un maestro de escuela pero mucho más si se encuentra un mejor filón. Para dar una buena educación a los hijos y evitar que vayan también a la mina. No tienen maquinas,  golpean con una masa la barra de la mina antes de encender  la mecha de la dinamita. Mueren jóvenes de silicosis aunque más viejos que esos del “Siglo de Oro”. La cooperativa hace que la ventilación funcione y mejora los túneles hechos en una buena roca sin gases mortales.


Foto de Dan G.

Hicimos un recorrido  de tres mil metros en un tubo, a 4300 m de altura. A veces hay que bajarse hasta 1,20 m, evitar los vagones cargados de una tonelada de mineral que empujan dos mineros. Para tener  pesadillas, pero para reflexionar. Además se puede constatar que perduran los creencias incas. Vimos en el  fondo de la mina una estatua del dios Tío Benito. Los mineros le llevan  alcohol de 95, hojas de coca, todo lo que le  gusta.

Foto de Dan G.

Para completar la visita de Potosí, vimos la Casa de la Moneda donde transformaban el argento bruto en monedas. Se ven todas las maquinas con sus evoluciones en el tiempo.
Fuimos a Sucre, la ciudad histórica de Bolivia. Vimos la universidad Jesuita  donde recibieron su educación muchos de los libertadores. Dichos jesuitas fueron expulsados porque sus ideas eran demasiado críticas con el  sistema del monarca absoluto y de la explotación de los indígenas por los colonos. Eso lo volveremos  a ver en Córdoba, Argentina.  En Sucre hay que notar que es en la sala de las tesis de la Universidad donde fue firmada la independencia.
¿ Qué otra cosa agregar de Sucre?  Hay una bonita vista de la ciudad desde el Convento de Recoleta a la puesta del sol. El árbol bajo el cual  iba a  descansar el Libertador. Hay también algunos cafés elegantes.
Las pequeñas cebras que ayudan a controlar el tráfico con mucho humor.
                                                                        
      Gral. Sucre con aves... como Bolívar en Caracas  





































Tomada por Dan G.
              


                                                                   Dan y Bruno                                                          
                                                                                                                                          

jeudi 12 juin 2014

Pelo malo

Es un largometraje venezolano dirigido por Mariana Rondón ganador de la “Concha de Oro” en el festival de San Sebastián de 2013,  además de ser una de las pocas películas producidas por este país, tiene la particularidad que todo el equipo técnico estuvo en manos de mujeres.
 
Junior es un niño que tiene nueve años y el “pelo malo”, obstinadamente rizado, él se lo quiere alisar como el de su madre y también como un cantante de moda para la foto de la escuela. Marta su madre, joven viuda, desempleada, tratando de sobrevivir con dos niños en la caótica ciudad de Caracas, no lo acepta, de hecho después de la muerte de su marido, asesinado en un ajuste de cuentas; Junior se hace el hombre de la familia con lo cual  debe dar prueba de virilidad. 


Marta tiene miedo de que su hijo no sea heterosexual, va a rechazar toda señal de ternura y amenazarlo de llevarlo a vivir con su abuela paterna que le gustaría que el niño la cuidara en su vejez. Finalmente para quedarse con su madre Junior se verá obligado a tomar una dolorosa decisión. El enfrentamiento se desarrolla entre grandes bloques de apartamentos impersonales,  feos de los años 50; en el ambiente pesado de una ciudad muy ruidosa con sus atascos, y de vez en cuando los disparos de los ajustes de cuentas.
La película consigue mostrar que mientras la televisión venezolana emite programas de belleza para adormecer a la población, la dificultad para vivir en este país produce un clima social que va a penetrar en la familia y crear una forma de intolerancia y luego de violencia. 
                                                                                                                                                      Santiago

lundi 9 juin 2014

Concurso de cuentos "Rómulo Gallegos"

Encuentro de Nochevieja

– No te puedes imaginar ¿Sabes con quién me encontré en la fiesta de la Nochevieja? –pregunta Natalia– a su amiga Elena. Acaban de sentarse en una mesa del restaurante. Son las dos y pico. A ellas, les gusta almorzar donde Pepe, a unos doscientos metros  de la compañía de transportes en la cual trabajan como secretarias, una en el departamento de ventas, otra en la contabilidad. No han querido ir al comedor,  tienen muchas cosas que decirse después de las vacaciones de Navidad. Aquí van a charlar tranquilamente, lejos de las orejas de los colegas indiscretos. No hay muchos clientes en la sala. Como todos los años a principios de enero,  están vacíos los monederos, hay que asentar los estómagos.
Cerca de la barra, el mozo bosteza, parece cansado. Si se le preguntase cuantos años tendrán esas mujeres, respondería de cuarenta y cinco a cincuenta años. Natalia es alta, delgada con el pelo rubio y corto; lleva aretes dorados en sus orejas. Elena es baja, con melena morena; tiene uñas pintadas de carmín. Se callan al acercarse el mozo. Vale para la ensalada y el pollo a la valenciana para las dos. De todas maneras, el menú no tiene mucha variedad, especialmente los lunes.
Extraída de internet
– Fíjate, vi a Lucía en la Nochevieja. Iba de copas. Tropecé con ella en el mesón de la plaza Valverde. Yo estaba allí con mi marido, cuenta Natalia, pasándose un mechón detrás de la oreja.
– Así que sabes algo de nuestra soltera. ¿Cómo está?
– No estaba solita, dice su amiga con cara misteriosa. Pues, había alguien con ella.
– No me digas! se asombra tanto Elena que se queda boca abierta. Desde su separación con Vicente, nos había jurado que el amor  ya no era para ella. Decía que eran todos los hombres unos egoístas, unos mentirosos, todos infieles. No se podía confiar en ellos. ¿Dime quién es?
– Por más que busques, no vas a adivinar. Te acuerdas como nos daba la lata con su Vicente. Era el hombre más inteligente,  más  viril de los que conociera ella. Tenía sentido del humor era atento, amable.  Bueno, era perfecto y al final… ya sabes.
– A nosotras, nos parecía insípido, ordinario, opina  Elena entre dos bocados de pollo. Pero le quería tanto. Estaba enamorada de verdad. Lloró mucho cuando él se marchó. Se quedó muy deprimida, muy amarga.
– Sin embargo, quiere creer todavía en el amor, prosigue Natalia con una sonrisa maliciosa. Te puedo asegurar que la Nochevieja pasada, era muy feliz, rebosaba de alegría.
– Bueno, ¿Cómo está su nueva conquista. Sensual, joven, brillante?
– Casi todas esas cualidades pero… vas a quedar desconcertada.
– Déjate de rodeos. ¿Pero cómo se arregló para encontrar a su media naranja? Bueno, Lucía es nuestra amiga, pero hay que reconocer que no es una modelo, insinúa Elena.
– Agárrate a la silla. Su nuevo amor es una pelirroja, muy bonita, de unos veinte años más joven. Nos la presentó a mi marido y a mí; al principio, estaba yo algo molesta pero resulta que es una chica muy simpática.
A Elena, se le cae la servilleta de lo sorprendida que estaba. La recoge bajo la mesa. Cuando levanta la cabeza,  mira a su amiga y revientan las dos de risa. Bueno, ahora no es tan tabú el amor entre dos mujeres, piensan ellas, pero van a cotillear por todos los departamentos de la compañía cuando sepan que la secretaria del patrón tiene una amante.
                                                                                                                                         Bernadette Duval

vendredi 6 juin 2014

Concurso de cuentos "Rómulo Gallegos"

El encuentro insólito

Ese martes no se parecía a los otros martes. Los alumnos de la clase de castellano se habían decidido a presentar un cuento en el marco del “Concurso de cuentos” anual. Al salir de la clase una niebla persistente bañaba la ciudad con una luz insidiosa y me empujó a un café alejado del centro de la ciudad. El lugar estaba tranquilo, lejos del alboroto endémico de las calles comerciales.

Me senté, pedí una cerveza y abrí mi portátil. Igual que mis compañeros de clase, tenía que buscar algunas ideas para el bosquejo de nuestro proyecto colectivo.
Primero pensé en unos recuerdos de viaje. ¿Por qué no hablar de la “religión” del maté que se practica en las Repúblicas de La Plata? Con sus fieles, y sus objetos del culto: la calabaza, la bombilla , la yerba , el termo.
Siempre en la misma región se podría evocar la pelea crónica entre argentinos y uruguayos a propósito de Carlos Gardel. Es una polémica que divierte mucho los franceses, los cuales saben que el rey del Tango había nacido en Francia antes de emigrar con su madre. Para esquivar la pregunta, Gardel él mismo decía: – “Nací en Buenos Aires, a los  dos y medio años de edad”.

Otra riña divide los peruanos y los chilenos en cuanto a la paternidad del “Pisco Sour” mientras que este cóctel sabroso fue inventado por un ingenioso marinero inglés en el puerto de Iquique.
Todavía me acuerdo de estos incontables autóctonos que grababan sus iniciales en las piedras inmemoriales de la Gran Muralla China.

¿Podríamos más bien cautivar a los lectores con la Isla de Pascua, tierra misteriosa donde cohabitan un puñado de isleños, algunos miles de caballos en libertad y casi mil Moais, estatuas enigmáticas de basalto para siempre  petrificadas?.
Sin embargo, por imaginativo que sea, las ideas de letra cursiva son una cosa, empezar a escribir es  otra. Era incapaz de teclear la primera palabra, impotencia que demuestra bien que no se improvisa escritor el primero que venga.

En la mesa cercana a la mía notaba la presencia de un hombre muy mayor. Algo en su cara me recordó un poco al actor americano Ernest Borgnine. Estaba leyendo una revista española.

Se cruzaron nuestros miradas y me preguntó: – Me parece pensativo Caballero. ¿Tiene que hacer alguna labor difícil?.
– Tiene razón Señor. Participo en un concurso de cuentos pero no se me ocurre nada.
El hombre tuvo una sonrisa cortés y –me dijo:  – Lo que es un desafío muy excitante. Si me lo puedo permitir, creo que es un buen método quedarse uno mismo en la ficción literaria. No trate de imitar a sus autores favoritos.
– Le agradecí que me haya prodigado este consejo valioso, después salí porque tenía una cita.
El martes siguiente lo encontré sentado en la misma mesa, un poco como Pablo Neruda que tenía la costumbre de comer en la misma mesa del restaurante Venezia de Santiago. A todas luces, el hombre frecuentaba este café con regularidad.
Le saludé diciendo:  – ¡Siempre me ve con  mi página en blanco!.
– No es preocupante Señor. Todos los escritores conocen un día un tal síndrome. Pero la inspiración siempre acaba por llegar. Su comentario estaba lleno de sentido común porque efectivamente conseguí hacer un primer esbozo en la tarde.
Un detalle singular me impresionó. Cada vez que el camarero le dirigía la palabra, se expresaba con mucha deferencia.

La tercera semana ya aquí estaba este hombre afable como si me esperara desde siempre. Un poquito más tarde me vio vacilando de nuevo delante de mi pantalla y me preguntó: – ¿ Perdón, no es difícil escribir con una cosa llena de electrónica ? Personalmente nunca he podido utilizar un ordenador para escribir, incluso una simple carta. Esta herramienta deseca mi imaginación. Por ejemplo necesito un bolígrafo para escribir una palabra de amor. Juntando el gesto a la palabra, cogió un bolígrafo de su chaqueta. Garabateó una corta frase en el papelito después me lo dio. Con una caligrafía linda había escrito : “ A la mujer amada cuya ausencia me sume siempre en una tristeza excesiva”.

Extraída de internet
En la continuación de la conversación, quiso saber si nuestra profesora, probablemente española, nos había hablado también de la literatura latinoamericana.
– Desde luego –le respondí–  pero no es española.                                      
– ¿ Ah no ?.                                           
– Es venezolana.
Me miró mucho tiempo antes de murmurar:  – Extraño. ¡Como es extraño!.
Después de su respuesta –añadió:  – Tengo que irme mañana por siempre.
A su marcha el camarero limpió la mesa y lo oí decir:  – ¡Ha olvidado su bolígrafo ! ¡Oh! Hay unas líneas para usted.
En el papelito pude leer lo siguiente: “Un regalo modesto a mi amigo, el aprendiz autor de cuentos. Muy cordialmente”.
Se lo mostré al camarero que –exclamó:  – ¡Realmente Don Rómulo Gallegos es un hombre atrayente y generoso !.
                                                                                                        Los aficionados del martes                                

lundi 2 juin 2014

Concurso de cuentos "Rómulo Gallegos"

  La garra del oso

Vuelvo a verme, joven escolar, siguiendo a mi madre al cementerio de mi pueblo Casabajo, al pie del acantilado abrupto en el cual está el pueblo Casarriba. Me gusta mucho pasear por la sombra de los cipreses y fisgonear entre los misteriosos rincones entre viejas piedras esculpidas y cruces labradas. Hoy, una piedra cubierta de musgo me llama la atención. Al rascar la cubierta vegetal, descubro la huella un poco borrada de una garra de oso: quizás,  visto el tamaño, la lápida de un niño; pero sin nombre ni fecha. Guardé el secreto de mi descubrimiento excepto para mi amiga Magalie. Después de aquel día, durante nuestros años de juventud en el pueblo, volvimos juntos a ver la piedra y a debatir sobre su origen.
José Beille
Más tarde, adolescentes, frecuentamos los bailes de los pueblos cercanos. Un día, por primera vez, fuimos a la “Fiesta del Oso” en Casarriba. En la plaza del pueblo vimos árboles decorados con banderas, farolillos, parejas bailando al son de la música de una orquesta,  mujeres y niñas con trajes folclóricos, hombres y niños vestidos de pastores o llevando máscaras de oso. Encontramos una caseta de juego de masacre y jugamos a tirar balas de trapos contra muñecos de oso. Luego en el estrado de otra caseta un domador tenía un oso atado con cadena. Bailaba sobre las patas traseras,  al son del tamboril de su dueño. El telón bajó y volvió a levantarse con un niño vigilando unas marionetas de ovejas y tocaba un caramillo. De repente un  oso salió desde un bosque de árboles de cartón. Corrió detrás de las ovejas. El chico atacó la fiera con su instrumento, gritaba y llamaba a su padre. El pastor llegó corriendo, amenazó el animal con su escopeta, el cual se levantó y  cogió al niño en los brazos. Sujetándole,  se movió hacia atrás, hacia atrás. Dio varias vueltas por el  estrado, y...se cayó de espalda. El pequeño se escapó, el pastor le pegó un tiro al oso y  lo mató. El hijo saltó en los brazos de su padre. Cayó el telón  y la gente aplaudió. Luego, comimos unas rajas de salchichón, parilladas de carne y bailamos varios corros endiablados. Nos fuimos  a las fueras del pueblo para descansar a la sombra de un árbol. Puse la cabeza en el hombro de Magalie, soñé con el espectáculo del oso atacando al niño. Soñé...
...El pastor de Casarriba dejó a su hijo cuidando el rebaño de ovejas. El joven estaba sentado en una piedra a la sombra de un árbol. Tocaba  música aprendida en la escuela con un caramillo. De repente,  apareció el oso, mató una oveja de un patazo. El chico atacó el oso con su caramillo, gritaba, llamaba a su padre. El pastor le oyó, cogió su escopeta, se precipitó hacia el pasto. Amenazó el oso con la escopeta, el cual se levantó en patas traseras, cogió al niño en los brazos: se movió hacia atrás,  atrás… y de repente cayeron de la cumbre del acantilado al precipicio donde estaba el pueblo de Casabajo.
El sepulturero de Casabajo trabajaba no lejos del cementerio, al pie del acantilado.  Hizo un macabro descubrimiento en el fondo de su jardín: el cuerpo de un niño dislocado, ensangrentado, con todavía plantadas en su pecho las garras de una pata de oso arrancada. Pasado su estupor, el hombre pensó que debía dar sepultura cristiana al niño. Sabía que era necesario hacerlo en secreto: en esos tiempos turbados de la Edad Media la peste hacía estragos en el sur del país. Se prohibió la entrada al pueblo de los  forasteros y de encontrar algún muerto, hacía falta quemarlo. Llevó el pequeño cuerpo con las garras del oso hacia el cementerio en una carretilla. Abrió una pequeña tumba donde dejó el cuerpo. Puso sobre la tumba una piedra de la talla del niño y de un golpe hábil de cincel, esculpió una garra de oso. Ninguna inscripción, ni  fecha. El sepulturero escondió la piedra debajo de ramas muertas.
Me desperté de repente y conté mi sueño a Magalie. Nos quedamos mucho tiempo meditando y se nos ocurrió la misma idea: mi sueño quizás, nos dio la llave de la historia de la piedra con la garra del oso.
                                                                                                                                                   José Beille