mercredi 26 février 2020

LOS AMANTES DE TERUEL (por Felipe M)


Cuento inspirado en la leyenda de los amantes de Teruel

Isabel vivía feliz al amparo de un castillo turolense cuyo gobernador era su padre.  Ella tenía todas sus comodidades  en el palacio, pero, como ocurre a menudo a los jóvenes consentidos, el cariño familiar no era suficiente para borrar esa impresión de confinamiento de seguridad entre esas murallas. El aburrimiento la pillaba cada vez más, y la chica necesitaba agrandar su espacio vital, así que se le permitió salir de las murallas para pasearse por el campo en los alrededores de la fortaleza bajo la vigilancia de una pequeña escolta y de un guardia apostado en la atalaya, encargado de dar la alerta con campanadas en caso de que ya no estuviera al alcance de su vista o que  cualquier peligro estuviera avecinándose. Cada día Isabel alargaba un poco más su perímetro de exploración. A veces el castillo desaparecía detrás de un cerro. Se daba La alarma y era la señal que la pequeña comitiva tenía que regresar. Lo del señal era un arma de doble filo. Las bandas enemigas, los árabes, los maleantes, al oír la señal,  sabían que una posible presa se encontraba alejada de la protección de la tropa del castillo.
Ese día, Isabel y sus acompañantes  oyeron tocar a rebato las campanas del castillo y no le hicieron mucho caso porque pensaban que solo  fue la inquietud de la guardia por perderles de vista  que desencadenó la alerta.
De repente oyeron cabalgatas y ya no tenían tiempo para huir y alcanzar la protección del recinto amurallado.
En un instante, fueron rodeados de jinetes árabes, de apariencia espantosa, riendo a carcajadas, gritando de alegría a la idea de haber capturado esa hermosa joven mujer que parecía ser un valioso botín por el comercio de rehenes, los que era generalmente el objetivo de aquellas algaras.
Ahora sí, Isabel comprendió el doble sentido de la señal.  No fue dada por su distanciamiento del castillo sino por el acercamiento de una tropa desconocida.
Pero ¿Qué está pasando? De pronta los gritos se hicieron cada vez más fuertes, expresando más el miedo y la inquietud que la alegría de unos minutos antes.
La señal no se había parado todavía. Apareció otra tropa, lo que espantó a los árabes que se largaron a toda prisa,  con todas sus destrezas a caballo.
Gracias a Dios, los jinetes de la hueste recién llegada no parecían hostiles, eran cristianos . El capitán de ese pequeño ejército se presentó a Isabel. Su nombre era Diego y su misión lo había llevado a esos parajes . Era un hombre guapo, alto, moreno, con ademanes de caballero, incluso de gentilhombre.
Isabel lo miraba con una mezcla de gratitud y de admiración.  La admiración fue compartida, y el encanto que emanaba de Isabel tuvo un efecto demoledor en los pensamientos del joven capitán. Tal como el pez en la mar, veía el dulce cebo pero no el anzuelo.
Empezó a entablar conversaciones con Isabel, le contó su vida, sus hazañas en las batallas en las que  tuvo que participar. Ya no podía parar de hablar, como si, al callarse, se hubiera roto el hilo que sentía  tejerse entre los dos. Isabel resplandecía de contento, por fin algo nuevo en su vida y se puso a hacer castillos en el aire. La manera de ser de este caballero la encantaba.
- - "Tal vez este hombre podría cambiar mi porvenir y aportarme una felicitad renovada aunque nunca he sido desdichada. ."
 Y finalmente le confesó que ser mimada por los padres ya no cumplía sus sueños y que esperaba un futuro diferente.
 Era más de lo que Diego esperaba oír, y él le confesó que de conquistar su corazón fuera la mayor de todas las conquistas  que  había hecho hasta la fecha y que podía esperar hacer después.
Pero, Diego, que conocía el padre de Isabel no pudo eludir de hablar de la enemistad que reinaba entre las dos familias rivales en la lucha por el poder y las influencias .
 ¿Se opondría a su relación con Isabel? ¿Acaso tenía otros planes preparados para su hija?
 Pero por su intervención en el caso presente, que finalmente puso a salvo su hija, y quizá le habrá salvado la vida,  se puso a esperar que  granjearía los favores del gobernador.

 Un destacamento había venido al rescate y ,muy bien escoltados, alcanzaron  el castillo al anochecer. El gobernador no puso mala cara, y aun se mostró muy feliz por recoger a su hija sana y salva y felicitó a Diego por su apropiada intervención. Ordenó que se preparara un banquete en su honor.  Su actitud incentivó a Diego, en el banquete hablaron de cualquier cosa y finalmente Diego pidió al gobernador permiso para casarse con su hija. El gobernador no quiso negarle de inmediato su acuerdo pero ni se lo garantizó. " Tengo que ponerte a prueba. Tu Diego tienes que participar en la próxima expedición que estoy preparando  y que estará dirigida por Álvaro. Tendrás que aportar evidencias que mereces la fama que te precede y por ende mi única hija.

Isabel palideció.  Odiaba a Álvaro y para colmo de desgracia, el tal Álvaro era uno de sus pretendientes.  Podían pasar muchas cosas en esas expediciones, y ¿por qué no?  Álvaro poniendo deliberadamente la vida de Diego en peligro. A lo mejor era una estrategia de su padre para deshacerse de Diego y echar la culpa a la suerte de la guerra.

Meses pasaron. Ninguna noticia. Isabel ya no dormía, acabó no comiendo, enflaqueció.

Cuando llegó el día del regreso de la guarnición, Isabel acudió a toda prisa, a pesar de estar muy debilitada. Y lo primero que vio fue a Álvaro. Lo insultó sin contemplaciones, acusándolo de haber matado a Diego, le gritó que nunca se casará con él, que su corazón pertenece a Diego y que sin él la vida ya no valía la pena y  cayó al suelo desmayada. Mientras tanto llegó Diego que cerraba la marcha.  Vio Álvaro agachado encima del cuerpo de Isabel, pensó que estaba muerta y le reprochó de ser la causa de su defunción. Este no pudo soportar la alusión, reprochó a Diego de haberle robado el corazón de su futura esposa, desenvainó su espada y mató a Diego en el acto, el cual, al ver su amada muerta,  ni había hecho ningún ademán por defenderse. Los alaridos despertaron a Isabel, se levantó y  cuando vio a Diego tumbado boca arriba y la mancha de sangre en el pecho, comprendió. Sin soltar una palabra, le cogió su mano, se acostó lenta y tiernamente a su lado y cerró los ojos, para siempre.
Fueron enterrados cogidos de la mano.

Desde aquel infausto día, corrió la voz que Isabel y Diego, dos seres maravillosos,  predestinados a quedar juntos de por vida, cumplieron con su destino en el más allá.
A partir de  entonces, se ha ido pregonando por doquier la historia de los amantes de Teruel, la cual con los años y los siglos, miles de veces contada en variadas versiones, cada vez embellecidas, acabó siendo una leyenda.
                                                                                                              Felipe M (2020)

LOS AMANTES DE TERUEL (por Bruna)


Historia de mi autoría inspirada por la leyenda de los amantes de Teruel

En el año 1217, en la ciudad de Teruel vivía una noble doncella llamada Isabel, joven educada y de gran belleza. Sus tres hermanos, prósperos mercaderes, tenían a su servicio a un muchacho muy hermoso llamado Diego. Isabel comenzó a fijarse en él, Diego lo notó, se enamoraron e iniciaron una relación secreta.
Una noche cuando Isabel se disponía a visitar a su amante el hermano mayor la descubrió,  comprendió sus intenciones y las comunicó a sus dos hermanos. Decidieron evitar la infamia y el escándalo.
Al día siguiente fingieron invitar a Diego a ir con ellos fuera de la ciudad y cuando llegaron a un lugar solitario lo mataron y lo enterraron.
Los días pasaron y las noches también.
Isabel, preocupada por la ausencia De Diego siempre preguntaba por él a sus hermanos, pasaba las noches llorando y llamando a su amante.
Una noche le apareció en sueño, le reveló las circunstancias de su asesinato y dónde estaba sepultado.
Por la mañana, en compañía de su nodriza, Isabel fue al lugar indicado por Diego, cavó donde la tierra parecía más blanda y vio el cuerpo del joven tan querido.
Isabel gritó, lloró, sucumbió a la desesperación y se mató.
La nodriza, desesperada también, habló de la implacable crueldad de los hermanos y los acusó del asesinato de Diego.
El señor de Teruel condenó a los hermanos  a que enterrasen a los dos  amantes juntos y que saliesen de la ciudad para siempre.
Los hermanos se arrepintieron y pidieron a Juan Avalos, gran escultor, dos sarcófagos decorados con las estatuas en mármol de Isabel y Diego, los amantes de Teruel, que podemos visitar en el mausoleo hoy también.

Bruna

vendredi 7 février 2020

LOS 18 AÑOS (Por Felipe M)


LOS 18 AÑOS
por Felipe M

Los 18 años nos dan una belleza de volcán dice una canción de Luz Cazal. Pero no es el propósito de esta historia en la que no se pueda negar que los 18 años nos dan una buena dosis de osadía.

En 1968, en mi municipio, aún estaba vigente la costumbre de festejar el fin del año escolar y al mismo tiempo el conjunto de nuevos reclutas o futuros reclutas(les conscrits in francés), es decir los jóvenes de 18 años, residentes del municipio. Éramos una decena de jóvenes de 18 años y tal como los niños por Halloween pasan de casa en casa para pedir caramelos y dulces, nosotros pasamos de casa en casa para pedir un regalito.(dinero con preferencia)
En el patio de la escuela que era también el patio del ayuntamiento, hicimos de obreros para montar una carpa con madera y lona para organizar dos bailes populares en los dos últimos fines de semana de junio. Nos encargamos de todas las tareas, unos eran encargados de atender la taquilla, otros el bar, otros se encargaron de la vigilancia de la entradas.
Tradicionalmente, los ingresos del primer baile eran entregados al comité de fiestas o de festejos del municipio.
Una semana después, el secundo baile volvía a tener lugar en las mismas instalaciones y  entonces los ingresos los cobramos nosotros para hacer una fiesta, un viaje o cualquiera cosa que nos gustase. Elegimos un viaje a Palma de Mallorca. Aquel viaje quedó un buenísimo recuerdo. Para todos era la primera vez que íbamos de vacaciones sin los padres. En aquel entonces, no teníamos asistencia de los padres tal como hoy en día. Nos parecía una verdadera aventura: tomar el tren de la tarde hasta Lyon, callejear toda la noche por la ciudad, esperando la mañana para trasladarnos al aeropuerto de Lyon Bron. Además era el bautismo del aire para todos.

Nadie entre nosotros sabía ni una palabra de español. Mis compañeros no habían hecho estudios secundarios, era yo el único en conocer algo de inglés, lo que nos fue muy útil. En las discotecas, me di cuenta de que al estar ligeramente ebrio ayudaba a hablar más fluido en ese idioma. Ojalá me lo hubiera dicho antes mi profesora de inglés… Todo pasó bien y estuvimos muy contentos de aquella experiencia.
Fue mi primero contacto con España.

Felipe M


RECUERDO DE UNA CHICA


RECUERDO DE UNA CHICA

El miércoles cuando recordamos las tonterías, las alegrías o el miedo que pasamos durante nuestra infancia, no te hablé de un día a finales de la guerra, cuando nuestra madre, al llegar de hacer las compras nos dijo:
- Hoy, he podido comprar un poco de mantequilla. Voy  a untarla sobre rebanadas de pan. Eso será vuestra merienda. Ya veréis como es buena. ¿Qué era esa mantequilla que nunca habíamos comido?
Nuestra madre nos dio el pan con mantequilla. Nos supo a gloria. En un momento dado, mi hermano puso la rebanada de pan con mantequilla encima de una mesita. Al querer recuperarla mi hermano se dio cuenta de que no estaba donde la había dejado. Sorprendido, la buscó alrededor y vio que Dick, el perro de la vecina, se lamía el morro. Se quedó estupefacto. Al ver su aire, nuestra madre se echó a reír..; y todos acabamos riendo.
Es gracioso ¿no? A mí me convence que , con su manera de ser, nuestra madre nos ayudó a pasar con menos dificultades esos tiempos de conflictos.


LA CASA DE MI ABUELO


LA CASA DE MI ABUELO
por Ana Maria

Varias veces al año, mi madre, mis hermanos y yo íbamos a visitar  nuestros a abuelos. A veces, cuando mi padre tenía vacaciones, venía con nosotros. En estos tiempos, el viaje duraba casi todo el día.
Llegábamos al fin de la tarde o al principio de la noche, muy emocionados por encontrar a mis abuelos pero, sobre todo, por la idea de volver a esta casa.
La casa estaba ubicada a orillas de un pueblo que no presentaba mucho interés. No estaba en la montaña, ni cerca del mar, ni siquiera de un lago. Era un simple pueblo del campo francés. Su único interés era que la frontera suiza estaba muy cerca y que, cuando mis padres iban a echar gasolina en Suiza, nos regalaban de chocolates suizos.
Pero la casa misma nos parecía maravillosa. Mi abuelo la había comprado por una miseria, en una subasta. Él, que era un obrero, solía decir que era el único buen negocio de toda su vida.
A nuestros ojos, la casa era inmensa, casi un castillo. En realidad, era una mansión, con muchas dependencias que albergaban, cada una, tesoros que maravillaban a mis hermanos y a mí.
Había una antigua caballeriza, sin caballos, pero con viejas sillas, arneses, perchas y herraduras.
A nosotros, lo que nos gustaba aún más, eran la conejera, con verdaderos conejos, y el gallinero, con verdaderas gallinas. Nuestro trabajo, cada día que estábamos allá, era de recoger los huevos, alimentar la gallinas con granos y los conejos con cáscaras de verduras. Los domingos y por las fiestas, solíamos comer pollo o conejo pero nunca supimos que eran los mismos que veíamos cada día.
También nos gustaba el gran sótano enterrado bajo la casa, aunque nos daba un poco de miedo y siempre íbamos los tres juntos. Allí, se conservaban durante todo el invierno, las manzanas recogidas al final del verano. En otra parte, había montones de carbón para alimentar la cocina y las estufas.
Había también varias botellas cubiertas de polvo y nunca supimos exactamente lo que contenían.
Lo que a nosotros nos intrigaba era un especie de gran recipiente de cobre con tubos. Los abuelos nos decían que no servía para nada pero, ahora, sé que estaba escondido en el sótano porque mi abuelo no tenía la licencia para destilar alcohol. Y que, probablemente, no era el único del pueblo en este caso.
Tengo también recuerdos de un huerto muy bien ordenado, con todos tipos de verduras o de la cosecha de endrinas, cuando mi abuelo sacudía el árbol y nosotros sosteníamos una vieja sabana debajo para recoger los frutos que caían.  Me acuerdo de las meriendas de patatas cocidas en las cenizas de un fuego, en el jardín, con rebanadas de tocino tostado.  ¡Dios mio!, eso era mucho mejor que Nutella!
Hoy, la casa fue vendida pero cada vez que paso por esta parte de Francia, me paro un rato. Me parece más pequeña y menos misteriosa pero siempre me recuerda los que fueron entre los momentos más hermosos de mi infancia.
Ana Maria
Enero 2020

mercredi 5 février 2020

UN LINDO RECUERDO


UN LINDO RECUERDO


por Mónica, Enero de 2020


Fue en el día de la reapertura de los cursos, con mis camaradas, esperábamos que abrieran la cancela del colegio; parloteábamos de nuestras vacaciones y mirábamos a los chicos que se ponían en cola del otro lado de la alambrada que separaba chicas y chicos. Uno de ellos captó mis ojos: más alto que todos, tostado ( por el verano, sin duda), el pelo negro y una hermosa prestancia, era muy guapo.

 Yo, también era alta, y, en un momento, se cruzaron nuestras miradas, él me sonrió mientras uno de sus camaradas lo interpelaba : «¡hola, Fabio! ¿nos vemos después ? »Así, este guapo se llamaba Fabio. ¡Qué raro y magnífico nombre ! Yo no conocía a nadie que tuviera un nombre tan original.

Me gustaba saber que iba a verlo no solo en los recreos,  sino quizà encontrándonos afuera, en la alameda.. Fue lo que paso, los dos nos reunimos en la acera Fabio me preguntó mi nombre, y, pronto, echamos un párrafo: tantas palabras para conocernos y saber de nuestras vidas, nuestros padres, gustos, ocupaciones, estallamos en risas cuando nos dijimos que nuestra principal ocupación en casa era la lectura, nadie hubiera podido pararnos cuando lanzábamos títulos, autores, detalles de un libro « ¿te acuerdas del capítulo con los caballos y la joven aterrada ? si...si y..n »  seguíamos hablando sin cesar y, no había reparado en que andábamos cogidos de las manos como si fuera nuestra costumbre. Pronto, al caminar, nos habíamos acercado a nuestras viviendas, Fabio me enseñó su chalé con un pequeño jardín lleno de rosas, yo le indiqué el inmueble alto donde vivía en el quinto piso. Entonces, percibí una diferencia que me hubiera molestado si Fabio no me hubiera tomado del hombro, mirándome sin quitar sus ojos de los míos, me propuso que el día siguiente, nos fuéramos juntos al colegio.

Después fueron las vacaciones, Fabio, en la familia de su madre en Italia, yo explorando, una vez más los hermosos bosques del norte de Paris, y sus diferentes riquezas de estación en estación, castañas, muguete, olores, colores. Un día al regresar de uno de estos paseos, abrí el buzón y encontré una postal con sello italiano (lo que hizo reír a mi mamá) : Fabio me escribía : «Estoy en Torino y te echo de menos, Mónica, en esta muy bella ciudad, hago como si me dieras tu mano, y nos fuéramos andando por la orilla del Po, un beso tierno de Fabio».

Nunca más, volvimos a vernos, solíamos intercambiar cartas, contándonos nuestros, des cubrimientos de la vida...Lo que había sido para mí una emoción increíble, sentir tal armonía, saber que nunca podría olvidar esta felicidad, pese a que conocí otras formas de amor, ahora sé que fue una primera vez, un aprendizaje en mi vida

                                                                                                          Mónica, la Tertulia
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