En ste video se podra ver el mundo del pintor;
Sendas Hispánicas
lundi 27 mai 2024
dimanche 19 mai 2024
Exposición de Joan Miró en Grenoble
Personaje al rectángulo blanco, 1928
Gouache, carboncillo y lapiz grafito sobre papel preparado. Museo de Grenoble
Tan enigmatico en su forma que en el título, se inscribe en el marco de las « Pinturas de sueño ».
En un fondo ocre , un personaje ambivalente, mi hombre mi animal, ocupa todo el espacio de la composición.
El número 5 está caligrafiado con sus altibajos. La aparente espontaneidad de la obra se contradice con la existencia de un dibujo preparatorio. Realizado durante un periodo de intensa investigación, este dibujo revela la tensión presente en el arte de Miró que desea « asesinar la pintura » sin privarla de sus cualidades plásticas.
Pintura Cabeza (Tête), 1930
230,2 x 165,5 cm
Museo de Grenoble
Un garabato azul, de grandes líneas dibujadas en circulos rápidamente y una mancha negra, dando la ilusión de un hueco negro, revelando la violencia que estimula al artista.
1966-1968: El viaje a Japón
“La negación de todas las negaciones”
En los años 60 se sucedieron exposiciones en París,
Londres, Zúrich y Barcelona. Con motivo de la retrospectiva que le fue dedicada
en el Museo de Arte Moderno de Tokio y luego en Kioto, Miro viajó por primera
vez a Japón en otoño de 1966.
Tuvo la oportunidad de conocer al poeta Shuzo Takiguchi, que en 1940 había escrito la primera monografía dedicada al pintor. Le permitió ahondar en sus conocimientos sobre la cultura oriental, por la que sentía una fuerte atración desde su juventud.
“Me apasionaba el trabajo de los calígrafos japoneses y eso ciertamente influyó en mi técnica. Trabajo cada vez más en trance”
El impacto se hizo patente en las obras que realizó en los meses siguiente. Se mostró especialmente cuidadoso en la elección de los títulos de sus cuadros, dotándoles de un poder de evocación que entroncaba con la filosofía zen y el estilo de los haikus. Asismismo, el trazo del pintor acusó la influencia de la caligrafía oriental.
Tinta china en papel japonés.
Centro Nacional de Arte G. Pompidou de París
Entre mayo y noviembre de 1966, Miró realizó dibujos a tinta sobre papel japonés, utilizando principalmente bambú. Sobre el inmaculado espacio en blanco de la hoja, traza con la mayor concisión algunas líneas, algunas manchas. Para dibujar esta “casi nada” utiliza exclusivamente pintura negra. La pintura se convierte en escritura. Miró logra la más completa sencillez en esta meditación aérea sobre el vacío.
Con estas dos tintas realizadas en 1966, año de su viaje a Japón, Miró alcanzó un ascetismo de extrema lucidez. Hay en ellos una ingenuidad, un desnudo radical. Miró dice el primer gesto del creador, la línea original, el origen del arte. Línea siempre ha sido sinónimo de generación en Miró.
“El trabajo se hace quitando, inmolando posibilidades” escribió en sus cuadernos Catalanes.
Sin título I, 14 de febrero de 1968
Tinta China en papel japonés
Centro Nacional de Arte G. Pompidou de París
Silencio, 17 de mayo de 1968
Óleo sobre lienzo
Centro Nacional de Arte G. Pompidou de París
En 1968, con motivo de su septuagésimo quinto cumpleaños, se le dedicó una retrospectiva en Barcelona. El cuadro Silencio trata sobre el ahorcamiento pero Miró se niega a inaugurar la manifestación debido a la presencia de funcionarios del franquismo. En mayo de 1968, después de doce años de vivir en su estudio de Palma de Mallorca, se convirtió más que nunca, según sus deseos, en un “catalán internacional”. En solidaridad con la actualidad reivindicativa de la época, afirma que el papel del artista es "transformar cada una de sus palabras en una negación de la negación, en un resultado de todas las opresiones, de todos los prejuicios y de todos los valores establecidos".
Danza de personas y pájaros contra un cielo azul, chispas
25 de mayo de 1968. Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte Moderno Centro Pompidou de París
En depósito en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo Saint-Étienne
Entre la abundante producción de Miró de 1968, este lienzo destaca por su formato alargado y su fondo azul transparente y fluido. Heredado de las “Pinturas de sueños” de los años 20, el azul representa para el pintor el territorio de los sueños. Superficie en movimiento, ya no es un espacio hipnótico sino un marco sensible atravesado por anotaciones con gráficos vívidos. Dos años después de su primer viaje a Japón para una gran retrospectiva de su obra, Miró confirmó la lección de los calígrafos del Lejano Oriente sobre su obra.
Una pulsación de elementos negros y rojos aviva la vibración del fondo. Tres pájaros se resumen en gruesas pinceladas negras. Los puntos rojos de contornos borrosos son sonidos estridentes y llenos de energía. Miró prefería el aislamiento y el silencio a la pintura, pero escuchaba música y leía libros para mantener su aptitud espiritual.
En esta partitura musical grande, flexible y flotante, logra crear un equivalente plástico de la música.
Personaje, 1970
Bronce a la cera perdida
Museo Nac. de Arte Moderno Centro Pompidou de París
Este Personaje no se asemeja a una actividad de modelismo sino más bien a una “escultura de ensamblaje” que recuerda el gusto de Miró por los hallazgos y las materias primas. Si bien estos elementos (en este caso piezas de madera y metal, el borde de un barril y un grifo) son reconocibles, Miró no reproduce necesariamente el formato del objeto surrealista. Los elementos dispares se ponen al servicio de una figura burlona, de un gran cadáver exquisito. El artista modeló únicamente los miembros inferiores.
Se convierte en un grotesco arquetipo de masculinidad, con el que Miró asocia la figura de Franco.