dimanche 19 mai 2024

Exposición de Joan Miró en Grenoble

Personaje al rectángulo blanco, 1928
Gouache, carboncillo y lapiz grafito sobre papel preparado.                         
Museo de Grenoble

Tan enigmatico en su forma que en el título, se inscribe en el marco de las « Pinturas de sueño ».

En un fondo ocre , un personaje ambivalente, mi hombre mi animal, ocupa todo el espacio de la composición. 

El número 5 está caligrafiado con sus altibajos. La aparente espontaneidad de la obra se contradice con la existencia de un dibujo preparatorio. Realizado durante un periodo de intensa investigación, este dibujo revela la tensión presente en el arte de  Miró que desea « asesinar la pintura » sin privarla de sus cualidades plásticas

 

Pintura Cabeza (Tête), 1930
230,2 x 165,5 cm
Museo de Grenoble

Un garabato azul, de grandes líneas dibujadas en circulos rápidamente y una mancha negra, dando la ilusión de un hueco negro, revelando la violencia  que estimula al artista.

1966-1968: El viaje a Japón

“La negación de todas las negaciones”

En los años 60 se sucedieron exposiciones en París, Londres, Zúrich y Barcelona. Con motivo de la retrospectiva que le fue dedicada en el Museo de Arte Moderno de Tokio y luego en Kioto, Miro viajó por primera vez a Japón en otoño de 1966.

Tuvo la oportunidad de conocer al poeta Shuzo Takiguchi, que en 1940 había escrito la primera monografía dedicada al pintor. Le permitió ahondar en sus conocimientos sobre la cultura oriental, por la que sentía una fuerte atración desde su juventud. 

 “Me apasionaba el trabajo de los calígrafos japoneses y eso ciertamente influyó en mi técnica. Trabajo cada vez más en trance”

El impacto  se hizo patente en las obras que realizó en los meses siguiente. Se mostró especialmente cuidadoso en la elección de los títulos de sus cuadros, dotándoles de un poder de evocación que entroncaba con la filosofía zen y el estilo de los haikus. Asismismo, el trazo del pintor acusó la influencia de la caligrafía oriental.

Sin título 28,  15 de mayo - 5 de nov. 1966 
Tinta China en papel  japonés
Centro Nacional de Arte G. Pompidou de París

                                   Sin título 26 12 d mayo – 5 de nov. 1966  

Tinta china en papel japonés.

Centro Nacional de Arte G. Pompidou de París

Entre mayo y noviembre de 1966, Miró realizó dibujos a tinta sobre papel japonés, utilizando principalmente bambú. Sobre el inmaculado espacio en blanco de la hoja, traza con la mayor concisión algunas líneas, algunas manchas. Para dibujar esta “casi nada” utiliza exclusivamente pintura negra. La pintura se convierte en escritura. Miró logra la más completa sencillez en esta meditación aérea sobre el vacío.

Con estas dos tintas realizadas en 1966, año de su viaje a Japón, Miró alcanzó un ascetismo de extrema lucidez. Hay en ellos una ingenuidad, un desnudo radical. Miró dice el primer gesto del creador, la línea original, el origen del arte. Línea siempre ha sido sinónimo de generación en Miró.

“El trabajo se hace quitando, inmolando posibilidades” escribió en sus cuadernos Catalanes.

 




Sin título I, 14 de febrero de 1968

Tinta China en papel  japonés 

Centro Nacional  de Arte G. Pompidou de París


 

Silencio, 17 de mayo de 1968

Óleo sobre lienzo

Centro Nacional  de Arte G. Pompidou de París

 

En 1968, con motivo de su septuagésimo quinto cumpleaños, se le dedicó una retrospectiva en Barcelona. El cuadro Silencio trata sobre el ahorcamiento pero Miró se niega a inaugurar la manifestación debido a la presencia de funcionarios del franquismo. En mayo de 1968, después de doce años de vivir en su estudio de Palma de Mallorca, se convirtió más que nunca, según sus deseos, en un “catalán internacional”. En solidaridad con la actualidad reivindicativa de la época, afirma que el papel del artista es "transformar cada una de sus palabras en una negación de la negación, en un resultado de todas las opresiones, de todos los prejuicios y de todos los valores establecidos".

 

Danza de personas y pájaros contra un cielo azul, chispas

25 de mayo de 1968. Óleo sobre tela

 Museo Nacional de Arte Moderno Centro Pompidou de París

En depósito en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo Saint-Étienne

Entre la abundante producción de Miró de 1968, este lienzo destaca por su formato alargado y su fondo azul transparente y fluido. Heredado de las “Pinturas de sueños” de los años 20, el azul representa para el pintor el territorio de los sueños. Superficie en movimiento, ya no es un espacio hipnótico sino un marco sensible atravesado por anotaciones con gráficos vívidos. Dos años después de su primer viaje a Japón para una gran retrospectiva de su obra, Miró confirmó la lección de los calígrafos del Lejano Oriente sobre su obra.

Una pulsación de elementos negros y rojos aviva la vibración del fondo. Tres pájaros se resumen en gruesas pinceladas negras. Los puntos rojos de contornos borrosos son sonidos estridentes y llenos de energía. Miró prefería el aislamiento y el silencio a la pintura, pero escuchaba música y leía libros para mantener su aptitud espiritual.

En esta partitura musical grande, flexible y flotante, logra crear un equivalente plástico de la música.

 

                                 Mujer / Femme, 1969

                                 Bronce

                                 Centro Pompidou de París


  


Personaje, 1970

Bronce a la cera perdida

Museo Nac. de Arte Moderno Centro Pompidou de París 

 

Este Personaje no se asemeja a una actividad de modelismo sino más bien a una “escultura de ensamblaje” que recuerda el gusto de Miró por los hallazgos y las materias primas. Si bien estos elementos (en este caso piezas de madera y metal, el borde de un barril y un grifo) son reconocibles, Miró no reproduce necesariamente el formato del objeto surrealista. Los elementos dispares se ponen al servicio de una figura burlona, ​​de un gran cadáver exquisito. El artista modeló únicamente los miembros inferiores.

Este carácter fálico parece tanto más vanidoso cuanto que está vacío en su centro. Este gran vientre ausente sólo puede evocar la pesada silueta de Ubu, un personaje que preocupa especialmente a Miró desde 1966. Dentro de toda una cohorte de “Mujeres” y “Personajes” masculinos, esta escultura retoma un ensamblaje surrealista de 1931.

Se convierte en un grotesco arquetipo de masculinidad, con el que Miró asocia la figura de Franco.