¿A que no conocéis los percebes? Antes de una famosa tarde a fines de diciembre del año pasado, lo que sabía de estos crustáceos lo debía a novelistas o columnistas gallegos.
Había leído que los pescadores
los recogen en las rocas azotadas por las olas al pie de los acantilados; que
esta pesca peligrosa provoca accidentes, a veces mortales y que son
« manjar de reyes ».
De estancia en Barcelona con
mi hija y mi yerno, fuimos a la Boquería. Nos encanta esta catedral de los
gustos y colores. Todos los puestos nos atraían pero queríamos comprar
mariscos, así que Nicolás hizo una selección de los que nos gustaban más,
mientras sacaba una foto del tenderete lo que hizo que avistara una cesta llena
de cosas que no conocía, el chico que nos había atendido me dijo su nombre y
compré un puñadito de percebes. Les expliqué a mis hijos el porque de esta
repentina compra y, una vez en el piso, descubrimos el aspecto de los bichos.
Son singulares tubos de piel castaña
sin brillo rematados por una esmaltada de colores tan vivos como un vitral de
Gaudí cuya finura contrasta con el resto.
Según lo que me había aconsejado
el chico, se cuecen un minuto en agua de mar hirviente. El piso no distaba
mucho de los muelles del puerto, pero no me veía ir y regresar con mi cubo, así
que prescindimos de agua de mar e incluso de sal (ya que no había en el piso).
Pero nos quedaba un problema
para resolver… ¿cómo se comen estos bichos?
Cogí el toro por los cuernos (¡si
así se puede decir de un animalito de unos centímetros!) y observé la cosa. La
una, por supuesto no era comestible, la corté, había minúsculas gravas en la
otra extremidad, la corté también, me quedaba la envoltura semejante a cuero
fino, alrededor de algo como un gusano blanco. Ahora, Florence y Nicolás me
miraban con perplejidad, dudando de mi atrevimiento. Aspiré y......si, tenía
gusto a yodo y una consistencia discutible pero finalmente sabrosa.
Al ver que no ponía mal gesto,
mi hija atrapó otro bicho, y mi yerno se lanzó, sin entusiasmo pero con valor.
Después de esta experiencia,
seguimos con berberechos, ostras, almejas, camarones y pinzas de cangrejos y,
olvidando nuestra ínfula de majestad, comimos, sino como reyes, por lo menos,
como republicanos contentos.
PD: Si queréis saber el modo
de preparar y comer los percebes, como dios manda, se los diré la próxima vez,
ya que una amiga mía, gallega río mucho al oír mi aventura, y me dio la receta.
Mónica
Extraída de internet |
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