Generalmente no me gusta el género policíaco. No me gusta tan poco la violencia. Por consecuencia:
¿ Por qué la Isla Mínima» que es un concentrado de los dos, me cautivo
tanto? El director sitúa este suspenso durante el año 1980, en La Albufera del
Guadalquivir y dos policías que hacen investigaciones sobre el asesinato de dos
chicas adolescentes son muy diferentes.
Estos tres argumentos parecen
explicar mi aparente paradoja. En efecto,
en tela de fondo, como en filigrana, la película evoca otros temas muy
atractivos.
La desembocadura del Guadalquivir, húmeda y pantanosa, magníficamente
filmada desde el cielo (con drones) hace
trabajar nuestra imaginación. Pensamos en circunvoluciones de un cerebro humano… en pinturas abstractas…
en tapices usados y raídos por sitios, cruzados por caminos polvorientos que se
pierden en un infinidad de islas, al lado de canales muy inquietantes. Este
contexto, donde vive una gran colonia de flamencos rojos como el cielo al
ponerse el sol, como la sangre de las víctimas, parece hostil y arriesgado para
la vida humana, aumenta nuestra tensión nerviosa y los latidos de nuestro
corazón al mismo ritmo desenfrenado que las febriles investigaciones de los policías.
El director nos muestra estos dos personajes en el contexto político de
1980, la época de la transición, después de Franco, en una democracia muy
joven, no totalmente instalada, que está a pruebas. Uno de los dos policías en
el pasado disimulado pero probablemente
muy cargado y turbio se opone al segundo mucho más joven que tiene - al menos
al inicio - principios morales y un rigor sin compromisos. Así, dos épocas se
enfrentan, y es una crónica de los años atormentados del país, lo que es muy
interesante.
Los habitantes de una comunidad anclada en el pasado, son misteriosos,
depravados, inquietantes como el paisaje, corrompidos, silenciosos, desvelando
partes de la verdad con parsimonia, sospechosos y sospechando, desconfiando
unos de otros, constituyen una pintura social apasionante de dicho período.
El estudio psicológico de los caracteres de los agentes y de sus
relaciones extrañas es también digno de
interés. Obligados a trabajar juntos, sin simpatía entre ellos, mejor dicho,
con cierta hostilidad, consiguen superar sus diferencias. Peor, el joven es contaminado poco a poco por la violencia
que lo rodea y utiliza a su vez los métodos de su colega… Además deben
enfrentarse con sus propios demonios y fantasmas.
Esta película conducida con un ritmo rápido y sostenido, nos tiene en
vilo con escenas de acción muy eficaces, (por ejemplo el rodeo infernal de dos
coches en medio de nada ) y con actores muy buenos. Muchos argumentos, en
definitiva para ir a verla . Obtuvo diez premios Goya.
Saliendo del cine, ¡qué alivio! Podréis inspirar una larga bocanada de
aire puro para quitaos el estrés y aprovechar la suavidad de vuestra vida
diaria.
Andrée P.
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