“Si viviéramos en un lugar normal”, es
la segunda novela de J.P Villalobos. Como la precedente “Fiesta en la
madriguera”, el autor desvela que el famoso país es un lugar lejos de todos los
clichés empleados de costumbre para describirlo.
El libro nos hunde en la vida de una
chabola «Lagos de Moreno” situada en los altos del cerro de Jalisco. A través
de la voz de un niño de once años que tiene la madurez de un adulto, él nos
cuenta la existencia de supervivencia al regazo de una familia numerosa. El
relato empieza realmente cuando una familia de origen polaco un poquito más
rica, se mudan cerca de su casa.
Orestes entonces descubre pronto un
mundo diferente al que no pertenece. Su relación con el nuevo vecino le da la
oportunidad de observar la sociedad a su alrededor con una mirada distanciada,
fría y un humor negro. Esta visión y también una observación aguda entregan una
crítica social feroz apuntando en desorden político, policía, religiosos y clases
sociales diversas. Incluso su propia familia no está indemne de ataque.
Su peregrinación, para huir de su
familia y la humillación de su vecino, se convierte en un desencanto
permanente. Sin embargo, es también para el lector un reportaje que nos muestra
una descripción de la realidad cruda sin adornos, situaciones críticas de vida
en la que viven los protagonistas.
Pero lo que perdura del libro es la
comicidad de una farsa, lo que permite a Orestes de sobrevivir en un mundo
“anormal», que da título al libro. El autor se permite una excursión hasta lo
fantástico y no es una causalidad si un personaje segundario lleva el apellido
de una banda famosa cualificada psicodélica.
J.P. Villalobos escribió “El humor nos
permite acercarnos a la realidad y además un arma contra el poder”. Por su
mensaje literario Villalobos está en la continuidad de la obra del mexicano E.
Serna quien en su libro “uno que soñaba que era rey “, ya reportaba los
defectos y la dureza de una cierta sociedad.
Thierry. C
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