Extraída de Sanrôpolis |
Juan y su
amigo Luis habían decidido ir a buscar hongos en el bosque. El día elegido Juan
esperaba a su amigo en casa pero media hora después de la hora prevista Luis no
había llegado todavía y no respondía a sus
llamadas.
–– Bueno, ––se
dijo–– voy a ir solo, subió a su coche y salió en dirección del campo. Lo dejó
a la orilla de la alameda, se fue caminando en búsqueda de hongos con la
cesta en la mano.
––Tengo suerte ––pensó–– hay un buen clima: el sol irisa la copa de los árboles, los pájaros dan un concierto y hay muchos hongos. La cesta se llenaba, el día empezaba bien.
De repente,
detrás de un arbusto se encontró frente al cuerpo desnudo de una mujer, parecía dormir. Juan se inclinó, le
habló para despertarla pero no se movía, estaba muerta desde hacia poco tiempo. Buscó indicios a proximidad del
cuerpo, no encontró nada. Dio media vuelta para retomar el coche y llamar a la
policía en el pueblo vecino. Se dirigió hacia la cabina telefónica pero no pudo
llegar, la carretera estaba cerrada por un cordón policial.
Ya alguien
le había avisado a la policía. Juan le cuenta lo que había descubierto en el
bosque y lo guió hasta el lugar del hallazgo. Cuando Juan se dio cuenta que lo
consideraba sospechoso, un grito espeluznante resonó en su cabeza, un grito
interminable como el que podemos
imaginar en la obra de Eduard Munch y que cuando terminó había hecho desaparecer
a su víctima.
C.B.
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