¿Desaparición u otra vida?
Tuvieron un problema muy
importante los representantes de la
ciudad de Grenoble después de la jornada de las tejas el día del 7 junio de 1788. Pasada la cólera de los
ciudadanos contra el nuevo decreto real
y el entusiasmo que se comunicó a todos los participantes por haber logrado oponerse
al rey, a sus ministros, a sus mandatarios, enfrentarse al ejército, y ganarse
el apoyo de los magistrados, tuvieron que encarar la realidad cruda, inmediata,
y despiadada :
¿Qué hacer con las tejas quebradas?
Frente
al montón de pedazos en todas las calles de Grenoble, era imposible circular con los carruajes y aun con las
sillas a portador. El primer cónsul de la ciudad ordenó cerrar algunas calles y de decretar muchas
otras a dirección única. De una parte faltaban las cercas y las señales de
tráfico, y de otra parte el pueblo
manifestó su irritación por esas medidas que le crearían muchas limitaciones.
No podían estacionar en frente de las tiendas, no podían acceder cómodamente
hasta el centro de la ciudad. Los comerciantes, los clientes, nobles o gente
pobre, las guardias civiles, los hombres de iglesia no podían vivir como antes.
Una delegación se presentó en el
palacio del primer cónsul que llamó a uno de sus amigos, Claude Perier el banquero
y empresario de mobiliario urbano que aceptó poner a disposición su castillo de Vizille. Claude Perier conocía
muy bien las tejas y las cercas y comprendió nmediatamente la importancia del
problema.
El 21
de julio 1788 en la sala de juego de palma del castillo de Vizille todos los
representantes de la población de la ciudad se enfrentaron al problema ¿qué hacer con las tejas quebras?
Los debates fueron muy animados, las
proposiciones numerosas pero algunas muy raras. ¿Necesitaba reducir todavía los
pedazos a la misma medida, sortear por categoría? ¿Necesitaba edificar nuevos
almacenes a pesar de la crisis inmobiliaria,
adquirir nuevos terrenos, alquilar carros privados para el transporte, o
utilizar carros compartidos? No sin olvidar las cercas que son imprescindibles
de cada medida.
No
lograron adoptar una solución común,
pero estuvieron muy contentos cuando
algunos días después el rey de Francia renunció a su decreto y llamó a los
representantes del parlamento de Dauphiné.
Los
montones de pedazos de tejas sin embargo permanecieron en Grenoble detrás de las cercas en los
parques públicos y los terrenos baldíos.
Cien
años después en 1888 el presidente Sadi
Carnot inauguró una fiesta de conmemoración de
la revuelta de las tejas, pero aunque no hubiera más pedazos de tejas en
las calles, el problema no se encontraba solucionado claramente. ¿Donde estuvieron escondidos los fragmentos, en las
casas, en los pasillos, en los hornos a pan, en los muros de casa? ¿quién sabe?
Solo
están las cercas, que podemos ver en todas partes.
Este
año 2015, el alcalde de Grenoble Eric Piolle tuvo la idea de festejar el día de
las tejas y recordar a todos los ciudadanos que desde hace más de dos cientos
años nos enfrentamos al problema de las tejas. ¿Qué hacer con ellas? ¿Ponerlas
en los techos o utilizarlas como una herramienta de poder…?
Consejo
sabio, nunca pasa el pasado…
Juan Bernard
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