UN RECUERDO DE STENDHAL
¡Señor Henri! ¡Señor Henri! ¡Vuelva! ¡Esto puede ser peligroso!
La voz estridente del abad Raillane que normalmente perfora las paredes
apenas llega abrirse camino hasta el
señorito. Hay que decir que por una vez, Henri se divierte mucho. En el balcón
del apartamento de su abuelo, el buen doctor Gagnon, este sábado 7 de junio de
1788, ve desfilar a una muchedumbre aulladora que se asoció con los magistrados
de la ciudad.
Alertados por las campanas que suenan desde horas, los campesinos acuden de
todas partes y se introducen por todos los medios en la ciudad. En caso de
necesidad, no vacilan a escalar las cercas.
Medio divertido, medio asustado ve al gentío que comenzó a quitar los
adoquines, subir a los tejados y empezar a echar una verdadera lluvia de tejas
y de piedras hacia abajo.
Tiene cinco y medio anos y está asistiendo a la « Journée des
Tuiles » que anuncia los días revolucionarios de 1789.
El hombre reabre los ojos y mira al joven, periodista en el « Journal
de Paris ».
·Usted me pregunta por qué mi obra
esta inacabada. Mire, creo que la Historia se va como la de los hombres :
·El pasado explica el presente y
la rueda continua girando, nunca se acaba.
·El odio de la monarquía, de la
hipocresía, de la religión, yo que fui educado a la muerte de mi madre por un
padre abogado en el Parlamento, taciturno, piadoso e hipócrita.
·La pasión de los raciocinios
exactos a causa del abad Raillane, enemigo jurado de la lógica y del
raciocinio.
·El amor de Italia, país de la
familia de mi madre tan adorada.
·Me gusta la energía, la pasión,
la juventud, yo que crecí entre adultos
enemigos de cualquier alegría y diversión, lejos de cualquier amistad infantil.
Según « La vie de Henry Brulard »
Stendhal, 1783-1842
Florence Lassere
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