mardi 29 décembre 2015

Día de las tejas y Cercas

TEJAS Y CERCAS

Me llamo Pablo Antonio Muñoz Cercas, soy oriundo de Salamanca, en España. Fue en el verano del año 1788, hace ahora más de tres decenios, cuando fue testigo, y hasta actor, de un impresionante alzamiento popular, en Grenoble, ciudad de los Alpes franceses.
Había llegado la antevíspera a casa de mi querido amigo Ferdinand Claudet, en la calle de Los Viejos Jesuitas, tras un viaje largo y cansado. Solíamos cartearnos a menudo, pero hacía tiempo que no lo veía. Ambos somos juristas y, en un viaje precedente, el señor Barnave que ya había encontrado, me había presentado a Ferdinand, lo que había desembocado en un intercambio de ideas fructuosas y placenteras, y pronto en una amistad profunda.

En este sábado 7 de junio, habíamos salido temprano a pasear por el mercado de la Place Grenette  donde seguían llegando campesinos de las afueras. Apenas acababan de repicar las diez  las  campanas de San Luis, cuando un movimiento raro cundió en la plaza, los vendedores cerraron sus tiendas y tenderetes y se reunieron con grupos ya formados de centenares de hombres y mujeres  armados de toda forma de herramientas . Ferdinand, mudo, me tomó del brazo y me empujó detrás de la gente rumbo a las puertas de la ciudad para cerrarlas. Yo seguía sin entender nada. Habíamos conversado el día anterior y parte de la noche, sabía que desde hacía mucho tiempo, en Francia como en España, el pueblo de las ciudades, informado por los magistrados, ya no toleraba el despotismo real, pero no hubiera podido imaginar tal explosión. En las caras de la gente se leía una rara mezcla de ira, de determinación y de entusiasmo. En un momento de calma relativa, nos paramos en un portal y Ferdinand quiso aclararme los eventos: "Yo estaba al tanto de la movilización de los medios ilustrados, pero lo que no te dije ayer, es que al regresar de sus vacaciones de Pentecostés, los miembros del Parlamento del Dauphiné habían encontrado cerradas las puertas de su Palacio por orden del Lugarteniente. Figúrate,¡Qué humillación! ¡Qué provocación! Ahora, entiendes lo...." 

No pudo acabar su frase, un puñado de mujeres tocaban a rebato en la catedral. En seguida, repicaron las campanas de todas las iglesias mientras oíamos disparos desde la calle vecina, invadida por los soldados de blanco del regimiento Royal Marine armados de escopetas y de bayonetas. Hubo gritos: un hombre viejo  yacía sangrando en el suelo. Hombres furiosos se pusieron a arrancar los adoquines para lanzarlos a los soldados a tiempo que desde los techos , mujeres los bombardeaban con tejas.

La batalla duró horas, había perdido a Ferdinand, pero no quería apartarme de la gente, me sentía uno de ellos, estas calles eran mías, y, cuando se retiraron los militares, grité con todos:" Vive le Parlement!" Luego, empujamos a los magistrados en sus togas rojas, hasta el Palacio.

Ya en la plaza, ardía un fuego de alegría mientras cada vez más la  gente llegaba.
Era noche cerrada y, desde horas, extenuado, seguía bailando, cantando, gritando, cuando oí que me llamaban, era Ferdinand que, nadando entre la muchedumbre, se avecinaba. Nos abrazamos, felices como si todo lo queríamos que adviniera había sucedido.

Ahora que repaso los acontecimientos treinta años después, sé que este "Día de las tejas" era sólo el principio de un proceso caótico, doloroso, prodigioso, y de nunca acabar hacia estas luces que tantos añorábamos, Ferdinand, fallecido en los primeros años del siglo IXX,  y yo, que tampoco las vería. Pero me quedan vivos los recuerdos de esos momentos felices y exaltantes que vivimos en ese día de junio del año 1788, en la ciudad de Grenoble.
                                                                                     Mónica Maraninchi

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