vendredi 6 décembre 2013

Realismo mágico

Cuando mis amigos y yo viajamos a Venezuela en velero, fuimos a una hacienda en la montaña, a una hora de camino de Barquisimeto (¡ y que carretera !), para caminar y ver a  los animales de la selva andina.
Esta hacienda se llamaba « El Jaguar », estaba en la cima de un morón y había una laguna por ambas partes de la cumbre. El dueño era el señor Dalodié, de origen francés.
    

Encima del morón, estaba la casa del dueño y su familia, con el comedor para todos los huéspedes. Dormíamos en una vivienda de madera, con un techo de paja muy rústica; era larga y estrecha, dividida en seis dormitorios. Los aseos y las duchas estaban en otra parte del  edificio, tan rústico, muy lejos del dormitorio, y en las noches, cuando teníamos ganas de hacer pipi, íbamos cerca de la puerta de nuestra cámara, en la hierba, descalzos, pero con una lámpara frontal para ver si no había serpientes 

 El primer día, el señor Dalodié nos mostró en su jardín, una antigua locomotora con tres o cuatros vagones: era un apasionado y conocía muchas cosas sobre antiguos ferrocarriles. Nos mostró también la laguna detrás del dormitorio: nos dijo que un caimán vivía en el agua y que podríamos verlo, sea al amanecer o  a la puesta del sol. Entonces, íbamos cada día a la laguna pero nunca lo vimos.

Una tarde, estábamos tomando un ponche, echados en las hamacas, le dijimos al señor Daladié que no habíamos visto al cocodrilo en la laguna. Nos respondió que estaba probablemente en la otra laguna, detrás del comedor. Le preguntamos como era posible que el caimán pudiera estar en la otra laguna, se  echó a reír  y nos dijo que el caimán andaba en la noche, y que cada anocher, iba de una laguna a la otra, atravesando el césped… y que pasaba al frente  de nuestro dormitorio.

 ¡ Desde esta tarde, no tuve más  ganas de hacer pipi en la noche !


Algunos meses después, leí en un periódico que en un pueblo, un chico había tenido un accidente  en  una antigua estación;  había subido a un tren y enseguida fue atacado y asesinado por … ¡un caimán ! La policía descubrió que la antigua locomotora había sido comprada a un coleccionista. Un  señor que vivía en una hacienda en Venezuela que por culpa de la crisis  no tenía más turistas; estuvo que vender su querida locomotora a un pueblito que iba a hacer un museo… Pero, había un pasajero clandestino…
                                                                                                                                         Nadine A.

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