El primer día fuimos de San José a Tortuguero un pueblito alejado de
todo, a orillas del mar Caribe. Se va con un bus y después un bote a través de canales en la Selva
tropical. Observamos enormes helechos y flores exóticas que caen en pesadas grapas relucientes de lluvia. Observamos en
la orilla del canal un enorme equipaje Vuitton con patas, disfrutando del sol,
sus fauces
al aire.
Vimos unos monos, pero el barco se desliza
demasiado rápidamente sobre el agua color chocolate para
inmortalizarlos.
El pueblo de Tortuguero es muy caribeño con casitas
decoradas de bonitos colores. Algunos jóvenes bailan con gusto en
el patio de una escuela.
Ahí la gente está muy sensibilizada con el medio
ambiente. Hace 40 años, cazaban las tortugas, hoy las protejan en el Parque
Nacional y viven del ecoturismo.
Tuvimos la suerte de asistir en la playa a los
primeros pasos de las tortuguitas hacia el mar a la puesta del sol. Tan
frágiles pero vigorosas corren con sus patitas hacia el agua, solamente un
cinco por ciento tendrá la suerte de llegar a la edad adulta porque los
prendadores las acechan en la tierra y el agua. Pero las tortuguitas hacen todo
lo posible y un poco más, sorteando las piedrecitas, respirando un rato, a
correr.
A Tortugueros hicimos también unos paseos por
la selva, las botas hundiéndose en los charcos. Contemplamos unos monos, un
perezoso que se comía las hojas a su alcance, aulladores que protegían a sus
familias con ruidos leoninos, arañas que saltaban de rama en rama ayudándose
con la cola.
Vimos también iguanas unas verdes con mimetismo, un
ara que comía una fruta verde muy dura y se fue volando pero que fue posible
fotografiar.
Nuestro guía nos llevo por la noche para ver las
ranas típicas de Costa Rica: la bluejean con sus patas azules, un poquito
tóxica y la verde con patas y ojos naranja símbolo del país escondido detrás de
las hojas.
Después de Tortuguero fuimos con un coche de
alquiler al sureste de la costa caribeña a Limón y Puerto Viejo de
Talamanca. Cristóbal Colón llegó ahí en 1502 y se ve su estatua en un pequeño
parque. La ciudad no merece un gran interés, pero la carretera atraviesa enormes
plantaciones de plátanos, y miramos por todas partes los enormes contenedores
frigoríficos que van a cargar las frutas, muchos hacia Hamburgo. Puerto Viejo
es un pueblo bonito con playas de arena blanca con cocoteros.
Desde ahí conducimos hacia La Fortuna un
pueblo en la selva de la falda del Volcán Arenal. Hicimos un paseo por diversas
alturas en la capone, franqueando puentes colgados, pero con la lluvia, y
no pudimos ver muchos aves.
Dan y Bruno
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