lundi 9 juin 2014

Concurso de cuentos "Rómulo Gallegos"

Encuentro de Nochevieja

– No te puedes imaginar ¿Sabes con quién me encontré en la fiesta de la Nochevieja? –pregunta Natalia– a su amiga Elena. Acaban de sentarse en una mesa del restaurante. Son las dos y pico. A ellas, les gusta almorzar donde Pepe, a unos doscientos metros  de la compañía de transportes en la cual trabajan como secretarias, una en el departamento de ventas, otra en la contabilidad. No han querido ir al comedor,  tienen muchas cosas que decirse después de las vacaciones de Navidad. Aquí van a charlar tranquilamente, lejos de las orejas de los colegas indiscretos. No hay muchos clientes en la sala. Como todos los años a principios de enero,  están vacíos los monederos, hay que asentar los estómagos.
Cerca de la barra, el mozo bosteza, parece cansado. Si se le preguntase cuantos años tendrán esas mujeres, respondería de cuarenta y cinco a cincuenta años. Natalia es alta, delgada con el pelo rubio y corto; lleva aretes dorados en sus orejas. Elena es baja, con melena morena; tiene uñas pintadas de carmín. Se callan al acercarse el mozo. Vale para la ensalada y el pollo a la valenciana para las dos. De todas maneras, el menú no tiene mucha variedad, especialmente los lunes.
Extraída de internet
– Fíjate, vi a Lucía en la Nochevieja. Iba de copas. Tropecé con ella en el mesón de la plaza Valverde. Yo estaba allí con mi marido, cuenta Natalia, pasándose un mechón detrás de la oreja.
– Así que sabes algo de nuestra soltera. ¿Cómo está?
– No estaba solita, dice su amiga con cara misteriosa. Pues, había alguien con ella.
– No me digas! se asombra tanto Elena que se queda boca abierta. Desde su separación con Vicente, nos había jurado que el amor  ya no era para ella. Decía que eran todos los hombres unos egoístas, unos mentirosos, todos infieles. No se podía confiar en ellos. ¿Dime quién es?
– Por más que busques, no vas a adivinar. Te acuerdas como nos daba la lata con su Vicente. Era el hombre más inteligente,  más  viril de los que conociera ella. Tenía sentido del humor era atento, amable.  Bueno, era perfecto y al final… ya sabes.
– A nosotras, nos parecía insípido, ordinario, opina  Elena entre dos bocados de pollo. Pero le quería tanto. Estaba enamorada de verdad. Lloró mucho cuando él se marchó. Se quedó muy deprimida, muy amarga.
– Sin embargo, quiere creer todavía en el amor, prosigue Natalia con una sonrisa maliciosa. Te puedo asegurar que la Nochevieja pasada, era muy feliz, rebosaba de alegría.
– Bueno, ¿Cómo está su nueva conquista. Sensual, joven, brillante?
– Casi todas esas cualidades pero… vas a quedar desconcertada.
– Déjate de rodeos. ¿Pero cómo se arregló para encontrar a su media naranja? Bueno, Lucía es nuestra amiga, pero hay que reconocer que no es una modelo, insinúa Elena.
– Agárrate a la silla. Su nuevo amor es una pelirroja, muy bonita, de unos veinte años más joven. Nos la presentó a mi marido y a mí; al principio, estaba yo algo molesta pero resulta que es una chica muy simpática.
A Elena, se le cae la servilleta de lo sorprendida que estaba. La recoge bajo la mesa. Cuando levanta la cabeza,  mira a su amiga y revientan las dos de risa. Bueno, ahora no es tan tabú el amor entre dos mujeres, piensan ellas, pero van a cotillear por todos los departamentos de la compañía cuando sepan que la secretaria del patrón tiene una amante.
                                                                                                                                         Bernadette Duval

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