mardi 14 juin 2016

Opinión con respecto a la exposición de Cristina Iglesias


La iniciativa del Museo de Grenoble por el mismo director que había organizado una exposición de la escultura española en "La Maison Carrée" en Nîmes en 2000, nos permite descubrir esta artista más conocida en otros países que Francia.

Como para toda obra artística, necesitamos claves para comprender mejor el trabajo de los artistas.
Pero después, la percepción frente a la obra procede de las impresiones y de las afinidades de cada uno.

Tras la visita, me parece el trabajo de Cristina Iglesias a la vez fascinante, onírico y un poco inquietante. Para mí, diferencio dos aspectos principales en esta obra:


En  primer lugar, sus esculturas sumergidas me evocan las ruinas de la Antigüedad como por ejemplo las del puerto de Alejandría en Egipto o también el mito de la ciudad perdida de Atlántida. Son las obras que prefiero también las otras que juegan con la luz y las sombras tal las esculturas parecidas a las celosías orientales.


De otra parte y por el contrario, mi reticencia está más fuerte frente a las obras como « Pozo I », « Pozo III » o « Inhotim 07 ». Aquí no adhiero totalmente a lo que me parece una invitación a entrar a una matriz maternal o a regresar al líquido amniótico de la madre.


                                                                                                              JJ Pellegrin

mercredi 8 juin 2016

Francisco de Zurbarán (1598-1664): La Adoración de los pastores

El general Leon de Beylié (1849-1910), aficionado del arte, dio, en 1904, al museo de Grenoble, los cuatro cuadros de Francisco de Zurbarán. Las cuatro pinturas sobre el tema de “La Infancia del Cristo” fueron realizadas para la cartuja de Nuestra Señora de la Defensión, en Jerez de la Frontera cerca de Cádiz, fundada en 1478 y terminada al principio del siglo XVII.



« La Adoración de los pastores », Museo de Grenoble
(1638-39, óleo sobre lienzo, 267 x 185)

Contexto histórico: contra Reforma. El concilio de Trento (medio del siglo 16) les dio directivas a los artistas para reaccionar contra la subida del protestantismo.
La composición se aparta del estilo llamado " tenebrismo " de los comienzos del pintor, con una perspectiva y un fondo de paisaje indefinido. Los personajes son agrupados delante de una escena. Los colores son vivos.
Parece constituida por dos pisos separados por un decorado inquietante, y como ocurre a menudo, con una columna oscura, que une la tierra y el cielo. Los ángeles están presentes por todas partes, sobre tierra como al cielo, se regocijan y aseguran el enlace entre ambos lugares.
Se trata, en efecto, de poner de relieve la proximidad de la gente sobrenatural y de la gente natural, de hacerle muy familiar para los creyentes hasta los más humildes.
El tratamiento de los personajes es muy individualizado: por sus actitudes y la expresión de las caras, en oposición a la idealización de las caras de María y José y el realismo de los de los pastores.
En medio de la escena de abajo emerge el niño Jesús, acostado sobre la sábana muy blanca y casi deslumbrante.
Nosotros, espectadores somos convidados a participar al acontecimiento por la pequeña pastora (a la izquierda del cuadro) que nos señala con el dedo el divino niño. Joven pastora cuyos rasgos groseros y colorados de la cara permiten suponer que forma parte de "los inocentes" a los cuales el reino de los cielos pertenece, según las palabras del Cristo. Así por su composición, este cuadro nos dice que el divino no es inaccesible al hombre si no al contrario próximo de él.
El cuerpo blanco del niño Jesús se desprende sobre blancura brillante de la ropa blanca, atrae la mirada del espectador hacia lo esencial (el Cristo, " luz del mundo ").
Delante del cuadro, abajo, están dispuestas las ofrendas modestas de los pastores: una cesta de huevos (símbolo de vida), un pote, un cordero de préstamo al sacrificio (símbolo del sacrificio del Cristo).
Zurbarán juega sobre todos los registros: idealización de las caras y el realismo; sobre los estilos: el de Caravaggio en la utilización del claroscuro, y mostrando una gama de colores a manera de los pintores clásicos o barrocos; mezcla los géneros: pintura religiosa y bodegón. Al final, moviliza todos los recursos de la pintura de su época para hacer esta obra una obra maestra: una imagen perfecta de la guardería infantil.

Fuentes:
1) Agnès Ribaud, Museo de Grenoble:
2) Elisabeth Lamour:


Miguel Zigone

dimanche 5 juin 2016

Hermano Alonso de Ocana por Juan de Valdés Leal

Juan de Valdés Leal es uno de los máximos representantes de la pintura barroca en España.
Nació en 1622 en Sevilla y murió  allí en 1690. Se formó en Córdoba. Dispuso de un taller en su casa, donde realizó sus primeras obras.
En 1649 Córdoba sufrió una epidemia de peste y Valdés Leal y su familia se trasladó a Sevilla.
Tras una estancia en Madrid, decide instalarse definitivamente en Sevilla, donde tendrá que hacer frente a la competencia de Murillo, que ocupaba el puesto de primer pintor. Sin embargo, no le faltarán numerosos encargos, como una serie de obras que realiza para el monasterio de San Jerónimo: 6 sobre la vida del santo, 3 de los fundadores de la orden y 12 sobre frailes notables de la orden. Comienza este trabajo en 1656-1657.
El retrato del  hermano Alonso de Ocana est uno de los doce.
Sobre un fondo oscuro destaca la figura estática, de tamaño natural, del monje vestido con un hábito blanco y un escapulario marrón, un poquito escondido, el severo hábito monástico de la orden de los frailes de San Jerónimo.
La luz que cae de arriba a abajo como en la mayoría de los cuadros barrocos ilumina la mitad izquierda de la obra, nos permite admirar la riqueza del tejido, los numerosos pliegues del hábito y el rico encaje dorado. Ilumina también la mitad de la cara: los ojos son oscuros, la mirada está fija y vacía.
La cabeza ligeramente inclinada parece pequeña con respecto al  cuerpo imponente.
Las manos con dedos largos y finos permiten comprender que el hermano no realiza trabajos manuales, que su vida es por supuesto una vida religiosa de asidua oración y penitencia.
Lleva en su mano derecha una bandeja con los objetos de culto, vinajeras de oro con piedras preciosas para las misas cotidianas que tiene costumbre de celebrar.
En la mano izquierda lleva un libro que puede ser los Evangelios.
En el fondo oscuro, marrón, Juan de Valdés Leal evoca a la derecha dos pasajes de la vida del fraile en dos cuadros que se distinguen con dificultad: abajo dos caballeros acuerdan que Alonso de Arcana era y es noble y arriba, la Santísima Virgen  y un ángel nos indican su vida actual y también su vida en el  paraíso después de la muerte.
Juan de Valdés Leal posee un estilo de gran expresividad, se interesa más por la expresión que por la belleza.  Posee un dibujo contundente y una dramática iluminación.
El estilo de Juan de Valdés Leal es absolutamente barroco.


Bruna

A propósito de la exposición de Cristina Iglesias

Me gusta mucho esta exposición porque es una experiencia física y sensorial para el visitante.
Puede entrar y pasear en algunas obras o alrededor de las otras.



Hay la transparencia del agua y del acuario, el ruido de los pozos, la ligereza de los tejidos con las sombras de las letras en las paredes, el ahogo del laberinto vegetal con los espejos deformantes, la extrañeza inquietante de la vegetación y a la vez la poesía de las fotografías.

El visitante está empujado en sus referencias: quizás no hay ningún remanso de paz en un mundo cada vez más enigmático.

La visita de las obras de los otros artistas españoles fue interesante en particular el descubrimiento Carlos Cruz Diez (venezolano). Su trabajo de los colores es caluroso y asombroso.

                                                                                 Cristina                                                                                                                                 

Un día en el museo

Llueve a cántaros, los tranvías no circulan, no importa: voy a pasar el día en el museo, con La Tertulia…

Después de un almuerzo de charlas y de risas, (y de comida, por supuesto), Ligia y Armonía, llevan las riendas de la visita. Empezamos por la exposición de Cristina Iglesias que recorrimos como un lugar exótico, entre sus claustras de fibras de metal o de sisal trenzadas donde nuestras guías nos invitan a buscar las letras o palabras sacadas de algún texto antiguo que la artista disimuló en su obra. Mientras que nuestras miradas se abren a estas ligeras arquitecturas de luz y de líneas que proyectan sus sombras en suelos y techos,  nos transmiten las informaciones que completan y profundizan nuestras impresiones.
Luego, pasamos a una sala ocupada por una fuente cuadrada tapizada de formas sinuosas, raíces o serpientes, ondulando, inmóviles; el agua les cubre y descubre en un espectáculo fascinante y vagamente inquietante. Más allá, otro pozo muestra rocas lisas apiladas, color de acero, que el agua inunda y abandona con un suave ruido sosegado.
En las paredes están grandes serigrafías sobre seda o metal, fotos ampliadas de creaciones de la artista que ofrecen otras visiones de sus obras.
Más lejos, entramos en un laberinto vegetal, de un verde oscuro, que me hace pensar en los cuentos de hadas, en que el hechizo linda el miedo.
Tanto en mis reflexiones como en los comentarios de nuestros cicerones, se va confirmando el tema predilecto de Cristina Iglesias ; la necesidad de abrir a la naturaleza los espacios de la vida, permitirle que sea protegida, explicada, profundizada, enseñada, como atestiguan las obras monumentales que ha sembrado por todas partes del mundo.

Ahora sé que voy a volver, habiendo almacenado más razones de interesarme en esta creadora, y de admirarla.

No se acaba aquí el programa, desde hace dos semanas, los alumnos del grupo tenían que preparar una corta presentación de una de las obras españolas o latino-americanas del museo. Primero, La Pentecostés del Greco prestada por El Prado, después, pinturas religiosas del siglo XVII: De Rivera, Valdés Leal, Zurbarán y, finalmente, cuadros y esculturas de Picasso, Miró, J. Gris, J. González,J. Muñoz, E. Chillida, así que del Venezolano C. Cruz Díez. Como soy curiosa, me interesa comprender los cuadros, incluso cuando no me atraen (sobre todo si son mis compañeros que prepararon las presentaciones).

Ahora, sí, que es hora de irnos de este lugar, hermoso, apasionante y adictivo.

Gracias a todos por haber compartido con vosotros este día memorable y un abrazo especial por nuestras guías, hasta pronto.

                                                                                 Mónica, La Tertulía