jeudi 5 mars 2020

RECUERDOS (Por Marco)


Recuerdos de mi infancia - 6 de febrero de 2020

  
Cuando  tenía 13 años y  estábamos de vacaciones de verano, íbamos a esta hermosa región donde vivían mis abuelos, entre la ciudad de Ginebra y la sierra del Jura, al lado de la frontera Suiza y del hermoso Lago Lemán... el mágico Monte Blanco, que se veía a lo lejos con buen tiempo, alegrando nuestro paisaje con toda su belleza.

Una tarde por semana, solía ir a la misma granja como para "ayudar" - dentro de lo posible- a hacer las diferentes faenas del campo: recoger las patatas, hacer la cosecha del trigo o de la siega...

Me acuerdo cuando estaba era invitado a subir al tractor, y a sentarme en cualquier sitio posible; es decir, en un rincón de la pequeña plataforma donde uno de los dos hermanos, hijos del dueño, conducía el tractor, él cómodamente sentado en su sillón, echando me - de vez en cuando - una ojeada acogedora pero atenta...a que no me fuera a caer del tractor!

Los dos hermanos eran gigantes y con fuerzas que me parecían Hercúleas, al lado de las mías con  mis trece años... pero tuve ganas de aceptar aquel reto físico imposible y no ahorraba mis esfuerzos!

Por aquellos esfuerzos, a eso de las cincos de la tarde, todos necesitábamos recuperar la energía gastada.

Así pues, qué feliz sorpresa cuando atendí la primera merienda en la granja y cuando descubrí, en el comedor, la inmensa mesa llena de comida apetitosa y rica: panes, tan gigantes como los dos hermanos; enormes trozos de gruyer de la cooperativa de queseros,  platos llenos de mantequilla tan fresca que los dos hermanos se la servían a cucharas (yo también)... tazones rebosadas de mermeladas "caseras": ciruela, fresa, cereza... toda esta comida acompañada de café y té muy calientes -aunque estábamos en verano... Nunca había visto tantas comidas para una merienda que precede -lógicamente- la cena de apenas tres horitas.

Esas tardes en el campo, tratando de ofrecer mis mejores esfuerzos para “ayudar un poquito” a esos simpáticos campesinos, me encantaban. Eran como si fueran los verdaderos valores de la vida, cerca de la tierra, dentro de la belleza de la Naturaleza, y con hombres -como dice Antonio Machado- quienes: Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos, descansan bajo la tierra...

 Marco - 6 de febrero de 2020

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