Cuando era chica,
vivía en un pueblo cuyos alrededores correspondían para mí, sino a la realidad
geográfica pero a mis juegos, actividades de niña y a la presencia y el permiso
de mis padres.
De este modo mi pequeño mundo familiar
no era un gran reino. Pero se extendía bastante al norte hasta las colinas las más
altas detrás del cementerio, al sur hasta el río, y al oeste a la finca de mis
abuelos.
Por supuesto, al centro de mi reino dominaba la casa de mis padres. Se puede decir que era una princesa con dos castillos: la casa paternal y la finca de mis abuelos o casa de verano.
Por supuesto, al centro de mi reino dominaba la casa de mis padres. Se puede decir que era una princesa con dos castillos: la casa paternal y la finca de mis abuelos o casa de verano.
Así en el pueblo de mi infancia, podía hacer mil cosas apasionantes:
Saltar con un
pie y subir la centena de marchas de la escalera de la iglesia, merendar o
jugar los cacharritos en el escampado de la iglesia , nadar en el río con el agua que fluía sobre
las piedras y su murmullo, escuchar el viento en la copa de los álamos y mirar
a las hojas plateadas que se estremecen , aspirar el perfume de la ropa blanca
limpia, un olor a lavanda, arreglada en el gran armario del dormitorio de los
padres , sentir la arena dulce de la colina bajo los pies desnudos , ver el
circo en la televisión en negro y blanco , buscar por el más bonito y largo
plato en el aparador para la comida del domingo y agarrar a escondidas pasas
sultanas, a la puesta del sol escuchar
las llamadas de las golondrinas que volaban alrededor del campanario , llamar
por teléfono con la operadora un número con dos cifras : el 63, preguntarse porque
los adultos no corren , no saltan , es tan bueno , ir a bicicleta por todos los
senderos de la colina , sofocando , sin aire , en Nochebuena , en casa , oler
la savia del árbol de navidad y la cera de las velas , caminar a orillas del
río y mirar a las ranas y los renacuajos …
Los límites
imprecisos de mi reino lo hacían casi ilimitado, como mis juegos. En aquellos
tiempos, fui persona la más feliz y libre del mundo.
Pero, de
antemano, mis padres sabían que esta reina sería demasiado pequeña para toda la
vida para sus hijos. Quisieron mudarse a una ciudad por las escuelas, el trabajo…
Hoy día, viajé
por varios continentes, atravesé el ecuador, subí montañas más altas que las
colinas y me recuerdo de los años dichosos llenos de encanto.
Jacqueline S.
Muy lindo tu cuento, lo leí y releí con mucho gusto y una punta de nostalgia...
RépondreSupprimerQué lo pases muy bien
Santiago