Esa región puede ser un pueblecito perdido en una
meseta desierta, un pasto verde y húmedo, una costa batida por el mar o una
callejuela oscura en una antigua ciudad. Siempre la alabanza es la misma: ese
lugar a todos por un encanto misterioso que le hace único.
Hasta tal punto que acabé por comprender una cosa:
ese país maravilloso, ese terruño inigualable, para cada uno de nosotros,
cualquiera que sea el lugar donde efectivamente nacimos, no es otro que nuestra
propia infancia.
Odile V.
| Foto de Bruno |
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