jeudi 16 octobre 2014

Nuestra aventura por Latinomérica

Salta es una ciudad que se parece a Grenoble encerrada en una pileta entre montañas con un teleférico para verla desde arriba. Su interés es de descubrir al Norte y al Sur las quebradas de Huamamarca y de las Conchas. Paisajes de montañas más pequeñas que en Bolivia pero los mismos colores, que parecen a lo que vio Cezanne de la Montagne Sainte Victoire. Pero no hubiera tenido que acentuar los colores que parecen irreales.


Además, en las quebradas se ven antiguos pueblos incas y culturas con una irrigación muy típica que ahora funciona como la del Cañón de Colca en Perú.
El trayecto del Tren de las Nubes, por la Quebrada del Toro permite ir a las Salinas Grandes que parecen pequeñas  y grises comparadas a esa del Salar de Uyuni.


Desde Salta, fuimos a Córdoba, ciudad jesuítica. Se ve la Universidad donde se formaba la inteligencia de entonces. Se percibe una biblioteca muy rica pero los libros los más atrevidos fueron quemados por irreverencia hacia el poder real cuando los jesuitas fueron expulsados. Los jesuitas iban a negar que el rey tuviera su poder de Dios pero del acuerdo de su pueblo. Era revolucionario.
Además de intelectuales fueron buenos organizadores de estancias donde producían lo que necesitaban para mantener su universidad .Se observa a unos kilómetros de Córdoba una estancia donde se cultivaba un poco de todo, con respeto a los trabajadores indígenas a la diferencia de los colonos.
Unas horas de bus más, y se va a Mendoza, para descubrir las bodegas de vinos argentinos. La imagen es de las cumbres del Chile a lo lejos, arriba de la viña, con un cielo muy claro. Los vientos del Pacifico bajan ahí muy secos y calientes. Hay que irrigar la viña, lo que produce vinos más constantes en calidad año por año pero sin la sutilidad de los vinos franceses.


Desde Mendoza queríamos ir a ver nuevamente Valparaíso en Chile, que nos gustó mucho y que no está demasiado lejos. Por eso, subimos a la frontera de las Cuevas,  al pie del Aconcagua que vimos en toda su majestuosidad, con su mantel de nieve. 


Fuimos a Las Cuevas en la casa de un joven guía andinista que vive ahí con su gata. Tiene muchos libros de excursiones, es apasionado por trabajo. Pero en diciembre hay poco andinistas y tuvimos tiempo de hablar de todo. Añorábamos esa casa perdida en las cumbres cerca de una estación de trenes enorme que funcionó solamente algunos años alrededor de 1920 y que parece surrealista ahí. 
                                                                                                                                              Dan y Bruno

                                                                                                                                     

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