jeudi 9 mars 2023

BIEN ESTÁ LO QUE BIEN ACABA por Felipe M

 

Bien está lo que bien acaba. Anécdota entre Toliara y Tôlagnaro(Madagascar)


Esta pequeña desventura me ocurrió en 1982, durante un viaje en coche  que hicimos en el sur de Madagascar. El coche, un Jeepster Commando era muy goloso en gasolina. Se tragaba más de 20l por 100 kms.
 

Toliara(Tuléar) y Tôlagnaro(Fort Dauphin) son dos ciudades del sur de Madagascar que distan de unos 600 kms

A lo largo de la carretera, casi totalmente de piedra y tierra, no había bomba abastecida. En cada pueblo encontrado, solíamos detenernos y preguntar si hubiera alguien que tuviera gasolina para vender. Solíamos dirigirnos a los tenderos indios, a los curas en las misiones católicas, a los pastores en las misiones protestantes.

Al llegar a Ampanihy, ciudad de renombre de las alfombras Mohair (de lana de cabra angora), a mitad de camino, ya no teníamos gasolina suficiente para continuar el viaje.  Durante toda la tarde pedimos gasolina por doquier, desafortunadamente, no conseguimos nada, nadie quería deshacerse de su reserva.

Sin embargo, habíamos notado un camión de la administración  abasteciendo los tanques de  la policía. Con mucha cautela le preguntamos al chofer si hubiera forma de conseguir un poco de su gasolina, dado que habíamos agotado todo el combustible y que ya no sabíamos que hacer. Con cortesía nos contestó  que le hubiera complacido muchos ayudarnos, pero que era algo rotundamente prohibido y que él acataba la ley. 
    -Perdone, pero “El que no llora no mama” le dije. Mejor nos pareció no insistir.

Nos aparcamos en un lugar como para pasar la noche en el coche. Pronto nos quedamos dormidos por estar muy cansados por haber recorrido 250 kms de pista a veces pedregosa, a veces arenosa.

De repente, a eso de las dos de la madrugada, me desperté asustado: alguien golpeaba la ventanilla del coche. Era el chofer del camión de abastecimiento que  me pedía de seguirlo fuera del pueblo con el coche. Vacilé un instante, por miedo a que fuera una trampa, luego comprendí que quería venderme gasolina con mucho sigilo.  Y la guinda del pastel fue que no pagamos casi nada por el carburante. Y todos contentos.
No hay mal que por bien no venga y bien está lo que bien acaba.

Por Felipe M

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