Llueve a cántaros, los
tranvías no circulan, no importa: voy a pasar el día en el museo, con La
Tertulia…
Después de un almuerzo de charlas y de risas, (y de comida, por supuesto), Ligia y Armonía, llevan las riendas de la visita. Empezamos por la exposición de Cristina Iglesias que recorrimos como un lugar exótico, entre sus claustras de fibras de metal o de sisal trenzadas donde nuestras guías nos invitan a buscar las letras o palabras sacadas de algún texto antiguo que la artista disimuló en su obra. Mientras que nuestras miradas se abren a estas ligeras arquitecturas de luz y de líneas que proyectan sus sombras en suelos y techos, nos transmiten las informaciones que completan y profundizan nuestras impresiones.
Luego, pasamos a una sala
ocupada por una fuente cuadrada tapizada de formas sinuosas, raíces o
serpientes, ondulando, inmóviles; el agua les cubre y descubre en un
espectáculo fascinante y vagamente inquietante. Más allá, otro pozo muestra
rocas lisas apiladas, color de acero, que el agua inunda y abandona con un
suave ruido sosegado.
En las paredes están
grandes serigrafías sobre seda o metal, fotos ampliadas de creaciones de la
artista que ofrecen otras visiones de sus obras.
Más lejos, entramos en un
laberinto vegetal, de un verde oscuro, que me hace pensar en los cuentos de
hadas, en que el hechizo linda el miedo.
Tanto en mis reflexiones
como en los comentarios de nuestros cicerones, se va confirmando el tema
predilecto de Cristina Iglesias ; la necesidad de abrir a la naturaleza los
espacios de la vida, permitirle que sea protegida, explicada, profundizada,
enseñada, como atestiguan las obras monumentales que ha sembrado por todas
partes del mundo.
Ahora sé que voy a volver, habiendo almacenado más razones de interesarme en esta creadora, y de admirarla.
No se acaba aquí el programa, desde hace dos semanas, los alumnos del grupo tenían que preparar una corta presentación de una de las obras españolas o latino-americanas del museo. Primero, La Pentecostés del Greco prestada por El Prado, después, pinturas religiosas del siglo XVII: De Rivera, Valdés Leal, Zurbarán y, finalmente, cuadros y esculturas de Picasso, Miró, J. Gris, J. González,J. Muñoz, E. Chillida, así que del Venezolano C. Cruz Díez. Como soy curiosa, me interesa comprender los cuadros, incluso cuando no me atraen (sobre todo si son mis compañeros que prepararon las presentaciones).
Ahora, sí, que es hora de
irnos de este lugar, hermoso, apasionante y adictivo.
Gracias a todos por haber
compartido con vosotros este día memorable y un abrazo especial por nuestras
guías, hasta pronto.
Mónica, La Tertulía
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