mardi 1 mars 2016

Eduardo Mendoza

Nació en Barcelona en 1943. Autor teatral, novelista, ejerció como pasante,  abogado y  traductor fijo en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Realiza también dibujos y caricaturas. Escribió obras de teatro en catalán.

De niño tenía un espíritu aventurero y soñaba con ser torero, explorador o marino. Uno de sus juegos favoritos era atar a su hermana Cristina al radiador mientras le contaba una historia inventada sobre la marcha. Su padre era gran aficionado al teatro. 

La primera vez que vio una representación tenía cuatro años. Su madre era catalana y no su padre, en su casa se  hablaba castellano. Creció entre clásicos españoles, tebeos, películas de Disney y las coplas de Concha Piquet. 
 
Debutó en la literatura con “La verdad sobre el caso Savolta” en 1975, novela que tuvo mucho éxito donde el telón de fondo era la ciudad de Barcelona, conmocionada por las tensiones revolucionarias de los años 1917-18 con unos personajes caricaturescos en una novela policíaca. Despliega una elegante ironía con mucho humorismo que es de gran importancia en su obra y busca también la excelencia. Trabaja con rigor y profesionalismo.


En el  manejo  de la lengua es muy hábil,  con los dobles sentidos por ejemplo al contar la historia de un ladrón que había robado varios bancos, especificando que no eran bancos de sentarse, sino oficinas bancarias.


También despliega la similitud fonética de términos inconexos semánticamente. El novelista nos habla de un local de alterne: el Leashes American Bar, más comúnmente conocido por «El Leches».

En sus obras encontramos buen número de metáforas de corte humorístico y para indicar que un personaje ha envejecido, Mendoza afirma que  «se desliza por la ladera descendente de la vida haciendo slalom». Asimismo se encuentra  algún símil ocasional, en el que el humor se deriva de la sorpresa, cuando el término comparativo es totalmente inesperado, debido a su exotismo: «Los cables del ascensor colgaban como fideos exánimes.».

Los signos de puntuación son muy importantes, tienen tendencia a usar las comas en exceso y en ocasiones separa  el sujeto y el predicado, por ejemplo: Antonio, salió a la calle. A veces, libra una batalla con los correctores porque quieren ponerlas en su sitio. Su punto de vista es que cada historia pide una forma de narrar particular.

Para él,  es bueno que el lector se dé cuenta que está leyendo  pero también que se deje llevar, es posible; estos dos elementos  vayan contemporáneamente. 

"El misterio de la cripta embrujada" la escribió de un tirón en una semana y la corrigió en un par de semanas más. Pero algunos libros les llevó más tiempo porque  no encuentraba las ideas que pudieran ser engranadas en la historia.

Eduardo Mendoza, en La Pedrera. Extraído del periódico  La Razón.

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