mardi 8 mars 2016

Silencio, se lee P78



Lectura del escritor de "Riña de Gatos" en el programa (1:40)

...Reconfortado por la compañía de Velázquez y la de la ciudad que lo acogió y lo encumbró a la cima de la fama, y a pesar del frío y el viento, Anthony Whitelands camina por el Paseo del Prado hasta la Cibeles y luego sigue por el Paseo de Recoletos hasta el Paseo de la Castellana. Allí busca el número que le han indicado y se encuentra frente a un muro alto y una verja de hierro. A través de los barrotes ve al fondo de un jardín un palacete de dos plantas, con entrada porticada y ventanas altas. Esta grandeza sin ostentación le recuerda el carácter de su cometido y la euforia cede protagonismo al desaliento anterior. De todos modos, ya es tarde para hacerse atrás. Abre la cancela, atraviesa el jardín hasta la puerta de entrada y llama.

Otro fragmento leído (7:50)
...Hoy: que si Mussolini, que si Lenin, que si la madre que los parió a todos, dicho sea con perdón de las ideas de usted. Por ahora, como ha visto, las cosas no pasan del toma y daca. A bravucones no nos gana nadie, pero a los españoles nos cuesta llegar a las manos. Ahora, el día que empecemos, esto no lo para ni Dios.
Los españoles tienen un oído fino para las conversaciones que no les conciernen y ningún reparo en interrumpirlas para exponer su opinión, que cada cual da no sólo por buena, sino por definitiva. De modo que a los pocos minutos se había formado un sonoro y sentencioso debate en el que varios parroquianos se disputaban la atención del forastero para ofrecerle su irrefutable diagnóstico sobre los males de España y su sencilla solución. Los ponentes eran en su mayoría obreros, pero no faltaban oficinistas, artesanos, comerciantes y currinches, unidos por una común devoción a los toros que derribaba todas las barreras sociales. Los que habían entrado en el local hacía un rato eran falangistas. Seguramente buscaban pelea, pero el aspecto pacífico de la concurrencia y el carácter apolítico del local les habían desanimado. Los falangistas, le contaron, eran pocos, en su mayoría jóvenes y, por consiguiente, impetuosos e irreflexivos; como su partido había salido mal parado en las últimas elecciones, ahora se dedicaban a la agitación...

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