mercredi 9 mars 2016

El Museo del Prado y Eduardo Mendoza

Extraído de internet

La primera vez que Eduardo Mendoza visitó el Museo del Prado no fue por una elección voluntaria. Su padre decidió por él que aquella sería su primera incursión en una ciudad que desconocía, Madrid. Tampoco Mendoza eligió las obras de aquella excursión infantil: Las Meninas y algún otro Velázquez. Luego, el escritor cree que le compensaron con un chocolate con churros.


En “Riña de Gatos”,  Anthony Whitelands, es un inglés experto en arte español, que llega a Madrid en la convulsa primavera de 1936, pocos meses antes de la eclosión de la Guerra Civil, para llevar a cabo un singular encargo: autenticar un cuadro perteneciente a un aristócrata cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la historia de España. El protagonista acude en cuatro ocasiones al Prado. 

“…De la vida pública de Velázquez se sabe todo: nació y se formó en Sevilla, de joven vino a Madrid y fue nombrado pintor de corte por Felipe IV. Murió a los sesenta y un años de muerte natural. Nunca participó en intrigas palaciegas ni tuvo roces con la Inquisición. Esto, como le digo, por lo que atañe a su vida profesional. De su vida privada se sabe poco, aunque no parece que haya mucho por saber. Se casó en Sevilla a los diecinueve años con la hija de su maestro, tuvo dos hijas; su matrimonio fue ejemplar, no se le conocen aventuras. De haber habido alguna irregularidad de este u otro tipo, los rivales de Velázquez, los que envidiaban su éxito y sus prebendas, no habrían dejado de propagarla para hacerle caer en desgracia. Por otra parte, Velázquez, a diferencia de otros muchos pintores de género, nunca retrató a su mujer, ni la utilizó como modelo, ni siquiera en los inicios de su carrera, cuando pintaba escenas cotidianas sirviéndose de personas de su entorno. En dos ocasiones viajó a Italia; en la primera estuvo ausente un año, en la segunda, casi tres años. No llevó consigo a su mujer y no se ha encontrado correspondencia entre los esposos. Velázquez era un hombre apuesto y gozaba de grandes privilegios; y es evidente que era sensible a la belleza femenina, como se puede advertir contemplando la Venus ante el espejo en la National Gallery de Londres.”
Venus ante el espejo  -  1647
“….Velázquez, que sólo pintaba a instancias ajenas y no sentía la menor apetencia por trabajar, se retrató a sí mismo muy pocas veces. De joven, quizá como escéptico testigo de la efímera rendición de Breda; más tarde, al término de su carrera, representando a su propio personaje en Las Meninas.

La Rendición de Breda o Las Lanzas -  Hacia 1635
 
La familia de Fernando IV o Las Meninas  - 1656
En esta última obra luce ya la cruz de la Orden de Santiago que lo acredita como gentilhombre, pero su imagen es también la del hombre cansado que ha visto realizado su sueño tras una vida de afanes y renuncias y se pregunta si valió la pena.”

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