Extraído de internet |
La primera vez que Eduardo Mendoza visitó el Museo del Prado
no fue por una elección voluntaria. Su padre decidió por él que aquella sería
su primera incursión en una ciudad que desconocía, Madrid. Tampoco Mendoza
eligió las obras de aquella excursión infantil: Las Meninas y algún
otro Velázquez. Luego, el escritor cree que le compensaron con un chocolate con
churros.
En “Riña de Gatos”, Anthony Whitelands, es un inglés experto en
arte español, que llega a Madrid en la convulsa primavera de 1936, pocos meses
antes de la eclosión de la Guerra Civil, para llevar a cabo un singular
encargo: autenticar un cuadro perteneciente a un aristócrata cuyo valor
económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial
en la historia de España. El protagonista acude en cuatro ocasiones al Prado.
“…De la vida pública de Velázquez se sabe todo: nació y se formó en
Sevilla, de joven vino a Madrid y fue nombrado pintor de corte por Felipe IV.
Murió a los sesenta y un años de muerte natural. Nunca participó en intrigas
palaciegas ni tuvo roces con la Inquisición. Esto, como le digo, por lo que atañe
a su vida profesional. De su vida privada se sabe poco, aunque no parece que
haya mucho por saber. Se casó en Sevilla a los diecinueve años con la hija de
su maestro, tuvo dos hijas; su matrimonio fue ejemplar, no se le conocen
aventuras. De haber habido alguna irregularidad de este u otro tipo, los
rivales de Velázquez, los que envidiaban su éxito y sus prebendas, no habrían
dejado de propagarla para hacerle caer en desgracia. Por otra parte, Velázquez,
a diferencia de otros muchos pintores de género, nunca retrató a su mujer, ni
la utilizó como modelo, ni siquiera en los inicios de su carrera, cuando pintaba
escenas cotidianas sirviéndose de personas de su entorno. En dos ocasiones viajó
a Italia; en la primera estuvo ausente un año, en la segunda, casi tres años. No
llevó consigo a su mujer y no se ha encontrado correspondencia entre los
esposos. Velázquez era un hombre apuesto y gozaba de grandes privilegios; y es
evidente que era sensible a la belleza femenina, como se puede advertir contemplando
la Venus ante el espejo en la National Gallery de Londres.”
Venus ante el espejo - 1647 |
“….Velázquez, que sólo pintaba a instancias ajenas y no sentía la menor
apetencia por trabajar, se retrató a sí mismo muy pocas veces. De joven, quizá
como escéptico testigo de la efímera rendición de Breda; más tarde, al término
de su carrera, representando a su propio personaje en Las Meninas.
La Rendición de Breda o Las Lanzas - Hacia 1635 |
En esta última obra luce ya la cruz de la Orden de Santiago que lo acredita
como gentilhombre, pero su imagen es también la del hombre cansado que ha visto
realizado su sueño tras una vida de afanes y renuncias y se pregunta si valió
la pena.”
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