lundi 7 mars 2016

Eduardo Mendoza

Algunas palabras con sus definiciones  que aparecen en el primer capítulo de Riña de Gatos:


 Adusto/ta:  Serio o severo en su aspecto o carácter.
 Aldeano: De un pueblo o relativo a ella.   Inculto, rústico. 
Amedrentarse: Infundir miedo, atemorizar.
Americana: Chaqueta. 
Enchironar: Meter a alguien en cárcel, encerrar. 
EnzarzarEnredar a personas o animales entre sí para que peleen o discutan.
Fardel: Saco o talega que llevan regularmente los pobres, pastores y caminantes  para las cosas comestibles u otras de su uso.
Hacer gala: Presumir. 
Insulsa: Falto de viveza, gracia o interés.  Falto de sabor, insípido.
Locuaz: Que habla mucho o demasiado.
Mirar de hito en hito: Mirar con gran atención, sin distraerse y sin perder detalles.

Perorata: Discurso o charla muy largos y aburridos
Por hache o por be: De un modo u otro.
Rasurar: Cortar a ras de piel el pelo de alguna parte del cuerpo, especialmente de la barba y el bigote.

En el contexto: 
…Aparte de Anthony, como el elenco de una compañía itinerante de comedias costumbristas, ahora viajaban juntos un viejo cura rural entrado en años, una moza joven de rudo aspecto aldeano y el individuo que le había abordado, un hombre de edad y condición inciertas, con la cabeza rasurada y ancho bigote republicano. El cura viajaba con una maleta mediana de madera, la moza con un  abultado fardel, y el otro con dos voluminosas maletas de piel negra…

…El inglés se quitó las gafas, las limpió con el pañuelo que asomaba por el bolsillo superior de la americana y aprovechó la pausa para mirar por la ventana. Sobre la tierra ocre que se extendía hasta el límite de la mirada no había un solo árbol. Sabe Dios de dónde viene y a dónde va, pensó antes de volverse a su interlocutor con expresión adusta, dispuesto a no mostrar predisposición al diálogo…

…—Aquí nadie se mete con nadie, señor —dijo el locuaz viajero algo decepcionado al comprobar el dominio del castellano de que hacía gala el inglés—, no faltaría más. Sólo lo decía para ponerle al tanto de la cuestión. Por más que uno esté de paso, no viene mal saber con quién se las ha de haber, llegado el caso. Un suponer: yo estoy en Inglaterra por hache o por be y se me ocurre insultar al Rey. ¿Qué pasa? Que me enchironan. Es natural. Y aquí, lo mismo, pero al revés.
Con lo que vengo a decir que de un tiempo a esta parte las cosas han cambiado…

…No se nota, pensó el inglés. Pero no lo dijo: sólo quería poner fin a aquella charla insulsa.
Hábilmente dirigió los ojos al cura, que seguía la perorata del republicano con un disimulo entreverado de desaprobación. El cura cruzó las manos sobre el regazo y miró de hito en hito al viajero.
—Ríe mejor el que ríe el último —respondió sin amedrentarse.
El inglés los dejó enzarzados en un duelo de dichos y paráfrasis…


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