A partir de un artículo de Ángeles García publicado en El País del 10 de noviembre de 2007
Venus del espejo (1647-1651) |
Carne de enigma y morbo artístico a través del tiempo, La Venus del
espejo lleva ya dos noches durmiendo en las salas del Museo del Prado.
La Venus más misteriosa del mundo y una de las obras cumbre de Diego Velázquez
(1599-1660) se exhibirá dentro de unos días sin pudor ante los ojos del
visitante, en lo que supone una de las contadísimas salidas que ha hecho de la
londinense National Gallery.
El único desnudo de la pintura española del siglo XVII será la estrella de
la exposición que el Prado dedica a las obras mitológicas del artista, Fábulas
de Velázquez. Mitología e historia sagrada del Siglo de Oro, que se podrá
visitar a partir del día 19.
Toda la historia que rodea a esta gran obra, la joya de la temporada, es
del todo singular: una Venus completamente desnuda como esta era algo
totalmente insólito para una época en la
que la Inquisición tenía desterradas las imágenes carnales.
Las primeras dudas de lo que podría llamarse el misterio de la
Venus se plantean en torno a su fecha de ejecución. La mayor parte de
los historiadores cree que fue pintada durante su segundo viaje a Italia, en
1648. Pero lo cierto es que la primera noticia de la obra es de 1651, año en el
que aparece inventariada entre las propiedades de Gaspar Méndez de Haro,
marqués de Eliche, sucesor del conde-duque de Olivares ante Felipe IV.
Pero la gran incógnita es saber quién es esa bellísima mujer que posa de
espaldas y cuyo rostro se percibe borroso en el espejo que sostiene Cupido.
Existe la teoría que apunta a una de las muchas amantes del marqués de Eliche,
hombre con fama de libertino y promiscuo. La versión más difundida es que la
mujer es inventada y que Velázquez se inspira en la escultura clásica conocida
como el Hermafrodita borghese, cuyo original se
encuentra en el Louvre y del que existe una copia en el Prado.
También se ha escrito que se inspiró en uno de los modelos pintados por
Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Las discusiones entre profesores han
generado y siguen generando abundantísima literatura. Sin embargo, las últimas investigaciones señalan a
Olimpia Triunfi como la auténtica Venus. Todos los indicios apuntan a que
se conocieron en Roma cuando el pintor tenía 50 años y ella, entre 18 y 20.
Velázquez había hecho su primer viaje a Italia en 1629. Tenía entonces 30
años y se quedó durante casi un año. En el segundo viaje, hecho por encargo del
rey para mandar reproducir grandes esculturas, es ya un grandísimo artista que
se relaciona con los mayores creadores del momento. Le nombran académico, le
agasajan y a él le encanta el ambiente de libertad que hay en Italia. Le gusta
tanto que el rey le pide que regrese en varias ocasiones y él retrasa el viaje
lo más que puede. Parece que le une el amor por la joven Olimpia, pero, sobre
todo, el hijo que tiene con ella.
La historiadora británica Jennifer Montagu descubrió a comienzos de la
década de los ochenta que Velázquez, casado en España y padre de dos hijas,
había tenido un hijo en Italia.
Apoyada en documentos, la investigadora demostró que el pintor hacía pagos
periódicos a Olimpia para el mantenimiento del pequeño, un niño llamado
Antonio. En esos documentos se descubre un Velázquez preocupado por la precaria
salud del niño y desconfiado ante los cuidados que le prodiga la madre. El niño
murió cuando contaba sólo ocho años de edad, por causas desconocidas.
Posteriormente se han encontrado en archivos romanos numerosos documentos
que completan los descubrimientos de Montagu. En ellos se detallan las
cantidades y la periodicidad de aquellos envíos de dinero.
Velázquez muere a los 60 años, lo que significa que pinta a la Venus en su
última década, en su etapa de máxima madurez, cuando realiza sus obras maestras
más conocidas, entre ellas El barbero del Papa, Las meninas, Las
hilanderas...
¿Se atreve a realizar más desnudos? Dependiendo de los historiadores que se
consulte, parece que pudo pintar dos más. Hay escritos en los que se habla de
uno de ellos y de que se trataría de otra Venus. Si la hizo, está desaparecida.
El interés por ese segundo desnudo velazqueño es tal que dos novelas lo tienen
como tema central. Una es La mano de Velázquez, de Lourdes Ortiz.
El segundo libro es obra de Thomas Hoving, conservador del Metropolitan de
Nueva York.
No se sabe cuánto cobró Velázquez por la La Venus del espejo pero
los expertos se arriesgan a asegurar que debió tratarse de una suma alta, dado
que era el pintor de cámara del rey. Del dueño inicial, el marqués de Eliche,
el cuadro pasó a manos de unos coleccionistas privados británicos en Rokeby,
condado de Yorkshire, de ahí que esta pintura sea también conocida como La
Venus de Rokeby. En 1905 fue adquirida por la National Gallery de
Londres. Muy pocas veces ha abandonado este santuario. El acuchillamiento de la
tela en 1914 por una sufragista que consideraba escandalosa la obra hace que
las medidas de seguridad del cuadro sigan siendo extremas. La Venus no
pisaba suelo español desde 1990.
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